El ministro de defensa alemán se apedilla Guttenberg, que es apellido ajeno a la cosa defensil. Guttemberg es cristiano romano, barón, alemán de buen porte. Resulta que estaba acabando una tesis, (todavía ignoro sobre que versaba), y para acelerar el proceso ha copiado el setenta por cien del texto. Ser doctor tiene esas posibilidades: uno acelera tranquilamente la tesis porque otros ya se han encargado de fabricarlas. El mundo está lleno de falsarios. Gadafi, por ejemplo, es un falsario de la revolución verde: viste como los showmans del circo Pryce y sueña con Libia mía sólo mía. Hace muy poco se descubrió el affaire de dos médicos de la seguridad social que no eran médicos. Ni médicos, ni tesis, ni tesinas. Acuérdense de Roldán, aquél insecto al frente de los picoletos tricorneadores: no tenía título alguno. Tampoco tesis. O Tejero, torero sin cargo ni papeles. A Guttenberg lo han cesado. Por copión. Aunque bien pensado uno suele ser copia de los demás, a veces, ni siquiera copia, sólo amago, esbozo, intento. Otro ejemplo es este escribidor: constantemente falsifica datos de su vida, oficio deleznable, aunque curiosamente respetado.