He de confesar que ha sido amor a primera vista. Conforme voy conociendo el modus operandi de Estíbaliz, más prendado ando de su cuerpo serrano. En la foto que publican los diarios acierto a ver ternura en sus ojos. Ternura de tienda de helados, tuttifruti, vainilla, chocolate crocanti. Desde aquí quiero hace un llamamiento, y no es broma, por si alguien puede deparar la dirección de la cárcel vienesa donde va a pasar una larga temporada. He leído entre líneas que su técnica descuartizadora era sumamente ordenada y concienzuda. Como últimamente me dedico, entre muchísimas otras cosas igual de perniciosas, al estudio anatómico del despiece, disciplina y equilibrio natural, ando interesado sobremanera por sus artes. Eso por un lado, porque por otro, Estíabaliz es puro vértigo, una delicia de mujer. Siempre me gustaron las amazonas, las grandes aventureras, alpinistas, buceadoras, boxeadoras, mujeres de armas tomar capaces de montar un kalasnikov en cincuenta segundos y acertarte en el centro mismo de los huevos desde quinientos metros. Sin duda, Estíbaliz, es una de esas. "Los maté porque me trataban mal". La creo, me dá igual que usara dinero del marido o del amante, me dá igual. Llegó el momento y fué taxativa, expeditiva. A tomar por culo, los mató y desmembró, como mandan los cánones, cada cual a su bolsita y al congelador con los polos, mantecados, horchatas austriacas y cortes de tres sabores. Lo dicho, amigos. Si alguien puede apuntarme la dirección del penal, que lo haga. Tal vez sea el principio, el de Estíbaliz y el mío, de una gran amistad.