Ví cómo se retiraba la estatua de Franco a lomos de un caballo al que nunca subió. Franquito era pequeñito y matón y el caballo de los huevos desmedidos era grande y trotador. Le hubiera dado miedo. Los juntó un artista cualquiera del régimen en una plaza pública para que fuera cagado por las palomas, pura venganza alegórica. Ví como un grupo de voluntarios se ofrecía, yugo en el pecho, para fusilar a todos los fusilables del mundo. Voluntarios de pelotón a los que luego concedieron más galones. Anónimos pseudofalangistas. Ví como en su moribundia, el dictador sacaba un ala y protegía a los suyos perpetuamente. A unos los hizo monárquicos de dios y pata de buey. A otros les concedió despacho para la eternidad y a los demás, fascistillas tira levitas, puteros bebe coñacs, cobardes con mierda, los hizo demócratas de toda la vida. El 18 de Julio del 36 la ignomimia se tornó verbo y el verbo carne y todos lo jinetes del apocalipsis vistieron de azul tul. La iglesia, ora pronobis, dió alta bendición. Vimos ese día a la muerte pasear su lado terrorífico: el fascismo, la cruz, las antorchas en la noche, las sacas, torturas, cárceles, Mussolini y Hitler, el desamparo..... los ví, era la planificación del estado perfecto: represión, mediocridad, turbiedad, asesinatos..... hoy los miro igual. Ahí están esos supervivientes diciendo que lo que ocurrió pasó porque tenía que pasar. Mentira, es mentira. Obedecìan un plan diseñado. Se trataba de matar a todos los que no eran como ellos. Casi lo consiguieron. Lo vimos.