Desde un trampolín salto al lado del río. Cien espaldas mojadas pasaban pertenencias y sueños mientras desde la otra orilla dos hammer les dejaban hacer. Vigilados en todo momento, esperaban el instante oportuno para, en caso de contradecir sus órdenes, abrir fuego. Al caer por la rampa estrello mi culo contra un mamut congelado. Un mamut en perfecto estado, cargado de carne y grasa, de colmillos curvos amarillentos y pestañas ovaladas. Cuando el decubrimiento llegue a las autoridades solo quedará el esqueleto petrificado. Grandes bloques de músculos repartidos a once dólares el cuarto. Estrellado, veo a los inmigrantes cruzar Río Bravo, imaginando que los fantasmas de Johnn Wayne y Dean Martin aparecen borrachos antes de arribar a Ciudad Juarez. Despierto. La gente come filetes de mamut congelado. Los guardias esperan con fusiles cargados de munición. En la desbandada se escuchan disparos secos y sangre semicoagulada cae sobre las aguas del Bravo.