El doce de octubre de 1912, José Canalejas se detuvo ante el escaparate de la librería San Martín para ver libros expuestos. Era seguido de lejos por un guardia que hacía las veces de vigilante. La Puerta del Sol, esquina Carretas, empezaba a esa hora, 11'25 de la mañana, a ser un hervidero de gente. Un hombre joven con gabán azul marino y sombrero flexible se acercó por detrás hasta el Presidente.

Su mano derecha empuñó una Browning de gran calibre que portaba en la sobaquera. La apoyó sobre el hombro del agredido y le descerrajó tres tiros seguidos. Al segundo disparo unas gotas calientes de sangre le salpicaron el cuello. Canalejas cayó fulminado.

El guardia que seguía a cierta distancia corrió hacia el joven. Pudo golpearlo con el bastón que llevaba. En el revuelo de los hechos el pistolero se vió acorralado. Entonces dirigió el cañón del arma contra sí mismo y disparó al menos dos veces. Aún vivo, fué trasladado entre insultos a la Casa de Socorro. Sobre las 2'23 fallecía por heridas en la región temporal derecha. Era Manuel Pardinas Serrano, de 26 años, anarquista de pró. La propaganda por el hecho, cuestión firme en la acción directa, le había conducido al magnicidio. En sus bolsillos encontraron un retrato de su amada con la dedicatoria "A mi inolvidable Manuel", un folleto de propaganda àcrata, un fragmento de Astronomía popular, un ABC del día, y un billete de 25 pesetas, 16 en plata y 1'55 en calderilla. Canalejas y Pardinas quedaron unidos en un cruce fatal de la historia, como ejecutor y ejecutado aquella aciaga mañana en Madrid, frente a una librería.

(de la serie Magnicidios)