En el MGM de la Vegas, el 28 de Junio de 1997, con el público rugiendo, Tyson aguanta dos cabezazos de Hollyfield. Los boxeadores andan pasados de peso. Tyson arrastra, además, un puñado de fustraciones personales que sólo lo hacen ser una máquina de dar y recibir golpes. Un cerebro rodeado de músculos de piedra. En el tercer asalto los púgiles se abrazan envueltos en sudor y poco oxígeno. La rabia puede con el loco Mike, que nota como el desgaste posiblemente le supere. Abajo todos gritan, berrean, aplauden, claman sangre, entre humos y alcohol. El árbitro, un veterano llamado Lane los separa. No quiere abrazos dice. Las dos moles vuelven a marcar su terreno y acaban inevitablemente chocando. Entonces Tyson muerde con fuerza la oreja derecha de Evander Hollyfield. Al separarse ruge de dolor y embiste contra su rival. Ha soltado un crochet al aire y gira su brazo intentando cazarlo. Vuelven a chocar. Abrazados, no es amor lo que hablan entre protectores bucales, saliva y linimentos. El salvaje Tyson, completamente fuera de sí, vuelve a morder la oreja de su rival, esta vez la derecha, arrancándole un pedazo con violencia. Al moverse, la bestia lo empuja nuevamente.

El àrbrito Lane ve como Tyson escupe el trozo a la lona. Lo dejó claro: "la descalificación es la mayor sanción en el boxeo. Antes hice lo correcto, dejé que la pieza cayera donde tuviera que caer."