Paseo arrastrando fracasos personales. La feria del libro, el día del libro, el año del libro. Sé que el paseante no soy yo, tal vez alguien igual de ensimismado en sus fracasos, una réplica de sí mismo. En las casetas y mesas rótulos descriptivos. Memorias, Biografías, Historia Universal. Las farolas, esta tarde de Abril agónico encienden su gas amarillo donde pronto las polillas revolotean. Me fijo como una nube de mosquitos diminutos intenta devorar la luz emitida en una de ellas. Son mosquitos traga luces, le digo inoportunamente a una señora que entretenida contempla la nube. Me mira como si yo fuera uno de esos mosquitos. Tal vez lo sea.

Intento localizar ediciones agotadas. Un Valle en Losada o Austral, a doce euros perniciosos de sabiduría. Otros portan libros de cocina que nunca practicarán, aunque eso no lo puedo saber. La mente viaja rápido desbaratándose entre un sargo real con el anzuelo clavado y un diccionario de esperanto con hojas amarillas. Muchos facsímiles se amontonan en una esquina perfumada con sándalo. Ya digo que paseo arrastrando penas y penurias, miserias de todas las personas que fuí. Una tristeza estúpida me inavade, es un puñal que tantas veces espero y que, sin saberlo, ha surgido entre las letras viejas esta tarde. Arriba, en el pestañeo de las luces ocres, los mosquitos siguen su danza.