Logré retroceder a través del universo en expansión hasta una diezmillonésima de billones de billones de billones de segundos. Estaba justo en el límite, en el momento súbito donde todo se hincharía y duplicaría su tamaño cada millonésima de millones de millones de millones de millones de segundo. Entonces ví lo que llaman el dedo de dios. Sólo un microscópico orificio ovalado perfecto, desde donde se puede mirar al interior. Y dentro, amigos, otro incasdencente universo explota en dirección contraria hacia el mismo grado infinitesimal donde espera un microscópico orificio ovalado perfecto.