El pintor Pablo Veronese habìa ilustrado dramáticamente el rigor de la normativa eclesiàstica en materia de pintura sagrada, con su proceso ante la Inquisiciòn. Veronese destacaba por sus abigarradas pinturas de convites y cenas inspiradas en pasajes de los Evangelios, como las bodas de Canáan.

El cuadro que motivó un auténtico escándalo fuè la Ùltima Cena, (1573) pintado para el refectorio del convento de los dominicanos de S. Juan y S. Pablo de Venecia. La tela era gigante, (555,1.305 cm.), e incluìa a personajes tan poco ortodoxos como bufones, borrachos o soldados alemanes, (de penosa reputación tras el saco de Roma y la herejía luterana), un criado que le sangra la nariz, etc..

La inquisiciòn se interesó ante aquella versión de la Santa Cena y sometiò a proceso a Veronese. Lo cuenta Gubern en "La imagen pornogràfica y otras perversiones òpticas":

Veronese fuè obligado a eliminar los personajes considerados irreverentes, cambiando el tìtulo de su cuadro, que pasó de llamarse "La ùltima cena" a llamarse "Cena en casa de Levi", y con esta argucia, al convertirse en una cena de fariseos y publicanos, podían admitirse aquellos seres extraños en presencia de Jesús.

El gran Caravaggio tambièn figurò entre las vìctimas más ilustres y señaladas de la vigilancia tridentina. Pintò por encargo un "S. Mateo y el àngel", que rompìa estridentemente con la tradiciòn piadosa, al representar a Mateo calvo y rudo, sin aureola, con aspecto de campesino semianalfabeto, hasta el punto de que el àngel tiene que tomarle la mano para ayudarle a escribir.. Cuenta Gubern que esta visiòn heterodoxa fuè rechazada por la comunidad de San Luis de los Franceses (y destruida durante los bombardeos de Berlín en la segunda guerra mundial), de modo que Caravaggio tuvo que pintar otro mas conforme con la tradiciòn. Su Entierro de Cristo, 1604, ocasionó protestas, porque alegaban rudeza en la forma de los apòstoles, que parecían bárbaros enterrando a su jefe muerto en combate, mientras que Muerte de la Virgen, 1606, fue rechazado por los carmelitas descalzos, reprochándole que la protagonista del cuadro tenía el vientre hinchado por la descomposición, las piernas descubiertas y los pies morados, en una transgresión sacrílega de la iconografìa tradicional.