De madrugada, en aquella pequeña estación de tren no hay nadie. Fuera hace muchísimo frío, incluso en la sala donde Equis intenta descansar hay que abrigarse. El zumbido de un tubo de luz suena en el silencio. Equis, solapas hasta las orejas y gorro de lana, se enfunda guantes de piel y con tranquilidad reclina la cabeza cerrando los ojos. Imágenes intermitentes aparecen en su cabeza. Recuerda como clavó el cuchillo en el cuello, como lo desangró. El trabajo que le costó moverlo, colgarlo, quemarle la piel, abrirlo en canal, quitarle las vísceras... le duele la muñeca derecha por el esfuerzo. Y como buscó las partes blandas para separarlas del tronco..... En aquella pequeña estación de tren no hay nadie, sólo recuerdos que se agolpan en imágenes, produciéndole una sensación de sopor, un tic nervioso en el labio, un resquemor incierto. Sin embargo está satisfecho, aparte de cobrar el salario pactado, ha podido guardar cinco o seis embutidos de la matanza pasada. El ofico de matarife, vísperas de san Antón, suele ser muy apreciado. Aunque tenga que recorrer los pueblos en tren.