Viendo una exposición de arte empecé a cuestionarme la cuestión espacial. Entre otras cosas porque encima de un podium había un posa vasos conteniendo nada, sólo la luz suave que desde la pared llegaba. El efecto era el pretendido: encima de algo siempre hay nada. La obra artística se intitulaba espacio inútil.

Cuando me dicen que estar tumbado en el sofá es ocupar un espacio útil, entro en conflicto de intereses. Ahora mismo, sentado enfrente de ustedes, no sé si el espacio que ocupo es útil o si pertenece a la inutilidad absoluta. Es más, el espacio que ocupa mi espacio puede estar firmemente sugerido, atorado, magnificado o resumido. Definíamos utilidad o inutilidad como simple cuestión semántica: una escobilla de inodoro, por ejemplo, es útil para limpiar restos, también para parchear gotéele desconchado, pero es inútil para escribir, aunque algunos se empeñen en hacerlo con ellas. Esta tarde, antes del útil baño y el inútil afeitado, prometo ejercer letras con espacialidad incluida. Espacios para todos: donde vacío, relleno, donde odio, amor.