El primer trago de vodka sabe a rayos. El segundo anestesia la lengua, el tercero empieza a despertarme. Imagínate, los músicos de la orquesta del teatro Bolshoi mojando las boquillas de sus instrumentos con vodka. Estábamos a treinta grados bajo cero. Sonó la Marcha fúnebre de la Sonata nº 2 de Chopin, al principio descompensadamente. En un instante encajó perfecta. Era 27 de Enero de 1924.

Trasladaban al camarada Lenin a su mausoleo provisional, todo de madera de roble y haya. Nunca tanta gente pisó las calles de Moscú. Cantaban La Internacional. El mismísimo Comité portaba el féretro. Bujarin, Zinoiev, Kamennev, Josef Stalin. No fue hasta 1929 cuando se erigió el mausoleo que ahora está en la plaza Roja. Llegar hasta ahí ha supuesto casi medio litro de alcohol. Sin marcas, a trago puro, no me extraña que enganche tanto a mi acompañante. El mausoleo es una pirámide escalonada, rodeado de granito rojo. Durante un tiempo se convirtió en tumba de los dos líderes. Lenin y Stalin hipócritamente juntos. En el XX congreso del PECUS, en 1956, Kruchov se hizo con el poder. Cinco años después, sacó a Stalin del lugar y lo enterró en la muralla del Kremlin. Hay una larga cola de visitantes. Muchos japoneses con cámaras. Veo al padre de la revolución bolchevique y parece un ninot de fallas. Un muñeco de cartón piedra, amarillo verdoso. Aún así impresiona. El rito a la muerte, el culto a la personalidad...., prefiero no divagar, el vodka hace su efecto.

El patólogo Abrikosov inyectó seis litros de glicerina, formalina y alcohol en la aorta. A pesar de las inyecciones, los restos mortales habían adquirido un tono plomizo que se acentuaba hasta convertirse en un color terroso alrededor de las cuencas de los ojos... Worobjov, catedrático de anatomía y Boris Zbarski, químico, extrajeron todos los órganos, (a Stalin le interesaba colocar dentro del santuario un santo bello y no un cuerpo en putrefacción constante), lavaron la cavidad torácica con agua destilada y la fijaron con formaldehído. Después dejaron el cuerpo varias semanas en un líquido balsámico de glicerina, acetato potásico y agua. Añadieron quinina de cloro y fenol, ácido acetatito contra las manchas y peróxido de hidrógeno para dar a la piel un tono lustroso. Los globos oculares fueron sustituidos por prótesis y le cosieron los labios y párpados. El cerebro, famoso cerebro de Vladimir Illich, se extrajo y cortó en tres mil rebanadas, porciones lonchadas para el estudio permanente...

Desde arriba del talud, pirámide ceremonial uno se siente importante. Aquí escenificaban discursos los líderes de la revolución. Banderas, intrigas, fanfarrias ocasionales y frío, un frío gélido inhumano.. Me cuentan que Pasionaria habló al menos dos veces desde la tarima instalada. Y Líster. Y Carrillo.

El vodka hace que siga consultando técnicas de embalsamamiento, sobre todo de los especialistas que trabajaron en el Instituto de Perpetuación. Lo cierto es que después de la segunda guerra mundial, todos los dirigentes de Estados amigos querían ser como Lenin. Salvo Mao, al que embalsamaron los chinos, el equipo médico soviético trabajó con Georgi Dimitrov, de Bulgaria, Klement Gotwald de Checoslovaquia, Tschoibalsán de Mongolia, Agostinho Neto de Angola o el mismísimo Ho Chi Minh, arreglado en plena guerra de Vietnam en subterráneos y expuesto en su mausoleo particular después del acuerdo de paz de Hanoi.

A estas alturas tengo bastante momias y bastante historia mojada en vodka. Comemos en un restaurante cercano a la plaza. Es moderno, americanizado, con camareras con minifalda que nada saben de ortodoxias ni de politburó. Pido agua y carne. El plato, sobradamente lleno, presenta unas láminas finas de carne en salsa. Imagino el cerebro de Lenin desguazado, sus restos en la cocina, su gorra apolillada en el perchero. Me levanto y marcho al aseo.