Dice la profesora Marta Galiñanes en "La lengua de los pijos":

"El pijo es un joven de familia "bien"; se distingue por su modo costoso de vestir, por su tren de vida y por sus relaciones, limitadas, fundamentalmente, a su amistad con otros pijos; es, en definitiva, una persona "que ostenta de forma afectada una buena posición social y económica". En el caso de un pijo, identificarlo puede resultar sencillo si se presta atención a determinados rasgos fonéticos, y gestuales. Por lo que se refiere a la fonética, la articulación del sonido es excesivamente nasal. De este modo, cuando el velo del paladar deja abierta la entrada de la cavidad nasal, "la corriente de aire sale por la nariz". Esta nasalización, que en el español común no presenta gran relevancia, predomina en la fonética de este grupo e influye hasta tal punto que las vocales se alargan excesivamente, pierden su propio punto de articulación y toman un timbre menos definido y preciso. También es importante la tendencia a alargar la ese en posición final, a diferencia de lo que ocurre en el español común, donde la consonante ese en posición final es mucho más débil que otros sonidos en esa misma posición."

Indudablemente la primera acepción de pijo es sinomimia de pene, pero en su vulgarización nos referimos al tipo de personaje ya expuesto. Sostenemos que el gran Marsé tiene mucho que ver con esta acepción. La creación en 1966 del personaje Pijoaparte, protagonista de "Últimas tardes con Teresa" hace que, desde entonces, se convierta su abreviatura en uso habitual para definir al prototipo.

Es tiempo ideal para repasar etimologías y fundamentos de palabras, de hecho, poco a poco, todos los pijos del país toman la calle con su vestimenta ad hoc: gomina, camisa de 200 pavos, lacoste a los hombros y zapatos castellanos. La proliferación desde que se juntaron unos cuantos para celebrar la vistoria del PP, (partido pijo), tiende a convertirse en epidemia. Nenes bien de toda la vida, con sus cochecitos blancos y sus cochecitos negros, sus chicas de bragas intocables y su crucifijito colgando, llenan las calles teniendo el máximo cuidado de no rozarse con un pobre. Todo opus y catequesis, estos chicos relamidos muestran orgullosos sus caras bien afeitadas. Son caras, créanme, que suelen estar al sol. Pijamente, por supuesto.