Mastico sandía de Argel pensando en el gen Foxp2, responsable del lenguaje articulado. A veces, en retórica, hacíamos como Demóstenes niño: pasear por la arena de la playa y hablar con guijarros salados entre los labios. Sin embargo, en el ansia de conocimientos reside la sempiterna sombra de la angustia terrenal: Las neuronas espejo se activan cuando imitamos a los otros. Residen en el área cerebral de Wernicke y nos hacen comprender el mensaje de nuestro interlocutor: sandía dulce sin pepitas, híbrido dispuesto para el comercio, facilidad de consumo.

Mastico la fruta, toda mi boca se tiñe de rojo sangre, acabo vampirizado, con los ojos blancos y azules como el escudo de un equipo de fútbol, la camiseta mojada de una enfermera tetona e invisible que pasea por la misma arena de la misma playa que Demóstenes y yo usábamos para huir de la Ekklesia...

El lenguaje verbal reside en el hemisferio izquierdo, el área de Broca, y podemos usarlo sin compasión, pura lingüística destructiva. Incido en ese hemisferio, exhorto las penas: cabrones, maricones, hijos de puta y así hasta aburrir al córtex cerebral. Mastico sandía, sudo, el gen Foxp2 me obliga a escribir, a contra corriente, a contra pasado, a contra muerte.