La documentación es básica para conocer la memoria de los pueblos". Lo dice Esperanza López, que durante los últimos 35 años ha dirigido el Archivo Histórico Provincial de Alicante y que ha tenido en sus manos una buena parte de nuestra historia en papel. Hoy cierra una larga etapa de su vida y afronta la jubilación como un nuevo paso en el que, dice, lo que más va a echar de menos es "el contacto con los documentos y la gente con la que trabajo".

Y es que esta madrileña, que se instaló en Alicante en 1969, se sigue emocionando "cuando veo un documento interesante", porque, aunque estuvo muy ligada en su trayectoria al mundo de las bibliotecas, "yo me siento más archivera".

Afirma sentirse orgullosa de haber vivido el paso desde la Biblioteca Azorín al nuevo edificio de la calle Guillén Castro. "Este archivo ha sido un logro importante para el patrimonio documental de Alicante". Pero recuerda también con emoción haber creado este organismo en 1974. "Cuando llegué a Alicante me quedé muy sorprendida porque no tenía archivo". Entonces, después de solicitar el permiso necesario al Ministerio de Cultura, se instaló en la Biblioteca Pública, luego denominada Azorín, del Paseíto Ramiro, cuando se inauguró en 1975.

Fue un trabajo "muy duro", pero "esto es muy vocacional y he tenido suerte de encontrarme siempre con gente que ha demostrado mucho interés". Lo primero fue conseguir el fondo documental. "El primero que tuvimos fue un fondo de contadurías de hipotecas de Cocentaina y luego el de la Delegación de Hacienda; más adelante, un paso importante fue la recogida de los protocolos notariales centenarios, ya que el 80 por ciento de las consultas se realiza a estos documentos; de hecho acabamos de recibir los de 1908".

Otros pasos importantes fueron informatizar los centros, "porque supuso un gran cambio", y microfilmar los fondos "para salvaguardarlos", porque "si falta documentación falta alguna parte de la historia". Lo importante de un centro de estas características es recoger este legado, "pero también ponerlo a disposición de los investigadores".

La espinita que le ha quedado es la de no poder inaugurar el laboratorio de restauración de papel, que está previsto que se inaugure a finales de año. Pero los libros no desaparecerán de su vida. "Voy a asesorar en la catalogación de alguna biblioteca y, ahora que tendré tiempo, también quiero hacer algún voluntariado".