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La andanada

Ponce, la negación y el genio

Dos tardes fue izado en hombros y sacado en olor de multitudes hacia la calle Játiva el torero de Chiva, y por dos actuaciones que no dejan de ser dos ejemplos precisos de lo que ha sido su carrera

Se apagaron las luces, se agotó la pólvora, desaparecieron los monumentos y, a pesar del clima de reciente primavera húmeda y removida, ya son historia las Fallas de 2018. La feria taurina agotaba la traca de los tres últimos festejos de un ciclo que, a la postre, podría tener la lectura de muchas de aquellas de los noventa. Y todo por obra y gracia del mejor torero en la historia de la tierra de los naranjos: Enrique Ponce.

Dos tardes fue izado en hombros y sacado en olor de multitudes hacia la calle Játiva el torero de Chiva, y por dos actuaciones que no dejan de ser dos ejemplos precisos de lo que ha sido su carrera. El sábado 17, ante un mansurrón y correoso encierro de Garcigrande, que exigió oficio de sus lidiadores, Ponce desplegó una técnica de mando y poder para hacer parecer buenos a dos toros que no lo eran. No se cansó, no, de exponer y ligar los muletazos para mostrar una facilidad tan difícil como poco valorada. El desnortado palco le negó una merecida oreja en el primero y compensó con un doble trofeo excesivo en el cuarto. Al día siguiente, en un gesto muy a tener en cuenta del torero y de la empresa, suplió la ausencia de Cayetano. Y ante un astado justito de fuerzas (dejaremos lo del trapío, asignatura suspensa en casi toda la feria), el valenciano desplegó su temple revividor y compuso un trasteo de muleta preciosista y virtuoso. Y con un capote de templanzas renovadas. El enfermero convirtió un toro casi de fraude en una obra de arte. Dos orejas y el delirio de los paisanos. Incombustible e inigualable este Ponce, a pesar de todos cuantos le han negado por años. Ver para creer.

De esas dos tardes hay que destacar la entrega de Paco Ureña, que volvió a poner el valor y la honradez por delante y a vivir entre la gloria y la tragedia. Cortó una oreja y se fue con una paliza de la plaza. Talavante fue, pero apenas estuvo. Y del domingo, a Miguel Ángel Perera le volvió a faltar enemigo, mientras López Simón acompañó a hombros al ídolo local por dos faenas sin demasiado fundamento premiadas con una oreja. El día del cierre, 19 de marzo, Ginés Marín y Jesús Enrique Colombo, que sustituía al herido Román y que cortó el único trofeo, ofrecieron buena dimensión ante un encierro variado y con posibilidades de Victoriano del Río bajo un fuerte aguacero. Y el toreo de orfebrería lo dejó dibujado Antonio Ferrera en una lección de cadencia y compás al noble «Jarretero», que fue premiado con una vuelta al ruedo excesiva. Quizá más manierista que profundo y natural el extremeño, si nos metemos en exquisiteces. Pero lo emborronó todo con la espada. Una lástima para este Ferrera que anda buscando estéticas manzanaristas de la última época del desaparecido maestro alicantino. Con las debidas distancias, claro.

Y la semana nos dejaba con la noticia del levantamiento por parte del Tribunal Constitucional de la suspensión de la conocida como Ley de Toros «a la balear», aquel estrambote pergeñado por el gobierno insular que ya comentamos en su momento y que no fue (y ahora vuelve a ser) más que el resultado del camino abierto por el propio TC tras la prohibición en Catalunya. Por si no lo recuerdan, cuando se suspendió aquella prohibición catalana, no se esgrimían argumentos relacionados con la conservación de la tauromaquia como patrimonio BIC de nuestro país, sino solamente por cuestiones de competencias territoriales. Y así, como quien no quiere la cosa, los togados abrían la caja de Pandora a los animalistas y les decían que no podían prohibir a nivel autonómico, pero sí legislar como les apeteciera. Y eso hicieron en «Les Illes». Y seguirán haciendo.

En el horizonte de noticias positivas, nos quedaremos con la vuelta de Morante de la Pueba a los ruedos el 12 de mayo en Jerez, con nuestro Manzanares y Padilla. Que se exprese en la arena con la genialidad que no sabe hacerlo ante los micrófonos.

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