Pocas veces un fenómeno astronómico como el esperado eclipse lunar de ayer había tenido un público tan numeroso y expectante, proporcional a la decepción que tantos experimentaron. Sobre las 21.10 horas debía salir la Luna, ya parcialmente eclipsada sobre el horizonte. Y salió, pero no se pudo ver desde la costa alicantina porque las brumas marinas no dejaron lugar ni a la imaginación. A las 21.30 se esperaba el eclipse total, pero seguía sin verse. Hubo que aguardar una hora a que el satélite «subiera» respecto a la Tierra para apreciar el fenómeno. Menos mal que era el eclipse más largo -casi cuatro horas- de lo que resta de siglo XXI, porque dio tiempo a salir al balcón, entrar, cenar, volver a salir, nueva decepción y así mientras hubiera ilusión. Al final se vio, qué remedio, pero cuando la Luna apareció de entre las brumas coincidió con el momento de mayor oscuridad del satélite, para frustración de todos aquellos que buscaban una foto del skyline de Benidorm o de cualquier ciudad con una luna roja a sus pies. Y encima no nos contaron, como tantos creían, que el satélite no venía en modo superluna, sino todo lo contrario. Y es que el astro se encontraba ayer en el punto más alejado de su órbita respecto a la Tierra -la denominada microluna-, un factor que contribuyó a la larga duración del eclipse pero hizo que la Luna apareciera menos vistosa que de costumbre. Un eclipse es una alineación entre Luna, Tierra y sol: la Tierra se interpone entre el astro y la luna, proyectando su sombra sobre esta. Si anoche hubiéramos estado en la Luna habríamos visto un eclipse solar.

Las ganas de contemplar un eclipse espectacular, histórico, llevó a cientos de personas en la provincia a acercarse a las playas, las montañas o a permenecer mirando al cielo largo rato desde cualquier punto. Al ocurrir en vísperas del fin de semana, inicio de vacaciones para muchos, y justo al principio de la noche, pocos se lo quisieron perder, y en algunas playas del litoral alicantino se respiraba un ambiente cercano al de la noche de San Juan, con grupos de amigos y familias con mesas, sillas, neveras.. y un fiasco. Algunos se contentaron con Marte, cuyo brilló acompañó a esta tímida luna en su ocultación. Pero, como la lluvia, nunca eclipsa a gusto de todos.