Hay temas que, como si de un cometa se tratase, vuelven cada cierto tiempo a brillar en los medios de comunicación deslumbrándonos con un gran rayo de sensacionalismo y morbo a partes iguales. Y la adicción a las nuevas tecnologías en niños y jóvenes es uno de esos temas. El último ejemplo lo tuvimos hace unos días cuando los medios generalistas se hicieron eco de un artículo publicado en una revista científica en el que se describe el tratamiento de un adolescente de 15 años que fue hospitalizado para superar su adicción a Fortnite.

El uso del término «adicción» es utilizado comúnmente para hablar de este tipo de problemas. Es más que conocido que los equipos de desarrolladores de videojuegos cuentan con expertos en neurociencia y comportamiento humano que ayudan a crear juegos más atractivos a través de sistemas de reforzamiento variable y «neuro-diseño». Cualquier juego (Fortnite por supuesto) está creado para que a nuestro cerebro le cueste mucho más apartar su atención de él, provocando un intenso deseo de jugar y un gran malestar cuando no se tiene acceso a él.

Sin embargo, definir este fenómeno como «adicción» lleva implícita desde mi punto de vista la idea de que algo ha cortocircuitado en el cerebro del adolescente que debe ser reparado. Esta concepción pone la solución dentro del sujeto y por tanto reduce la posibilidad de que los padres y educadores que acompañan al joven apliquen estrategias de control del problema. Porque lo cierto es que la adicción a Fortnite se cura aplicando límites y normas con respecto al uso de las nuevas tecnologías.

Es importante establecer «tiempo sin pantallas» para evitar que el joven descuide procesos básicos como el sueño, la alimentación y las tareas escolares, pero también para favorecer otras actividades positivas como la socialización con sus iguales, el ejercicio físico y el tiempo en familia. Si somos constantes y nuestro hijo no puede acceder a ningún dispositivo electrónico en ciertos momentos del día será más probable que se involucre en otro tipo de actividades. Ante una situación de posibilidad de elección, su cerebro elegirá la pantalla (recordemos que los juegos están diseñados para eso).

En este sentido, el «haz lo que yo diga pero no lo que yo haga» supone una barrera a la hora de hacer entender a nuestro hijo la necesidad de establecer tiempo libre de pantallas. Los padres debemos ser un modelo de conducta para nuestro adolescente en lo que respecta a la relación con las nuevas tecnologías, respetando también esos tiempos libres de pantalla y mostrando una conducta controlada cuando las utilizamos. Por supuesto, el uso controlado y compartido de las nuevas tecnologías con nuestros hijos nos permitirá conocer mejor el uso que realizan los más pequeños de la casa de las pantallas y favorecerá espacios de diálogo para llegar a normas consensuadas y acordadas por ambas partes. En definitiva, establecer un control más estricto al principio para ir delegando poco a poco la responsabilidad en el propio niño a medida que va creciendo.

Las nuevas tecnologías son un fenómeno tan nuevo que todavía desconocemos en gran medida qué efectos tienen en nuestro cerebro y nuestro comportamiento. Lo que sí es seguro es que más que adicciones a nuevas tecnologías existen usos problemáticos, usos descontrolados o falta de normas, en todo caso. Volviendo al caso del adolescente hospitalizado por jugar a Fortnite, leyendo la letra pequeña descubrimos que el joven se refugió en el juego online tras la muerte de su madre de cáncer y tras un cambio de clase en el instituto. ¿Adicción a los videojuegos o una manera de aliviar el dolor y escapar? Probablemente lo segundo. Así que esforcémonos en solucionar los usos problemáticos de nuestros hijos a través de normas y límites claros y un uso compartido y seguro de los dispositivos en casa.