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LA PLUMA Y EL DIVÁN

Disfuncionalidades

Disfuncionalidades

En nuestra cultura, la sociedad se ha acostumbrado a que todo funcione a la perfección, sin que aparezcan anomalías indeseables que cuestionen o rompan el equilibrio de los acontecimientos.

La pura verdad es que nuestra sociedad no sabe vivir en el caos, a pesar de que en demasiadas ocasiones se rompe el orden establecido de las cosas, pero incluso en el desorden se sabe vivir con dignidad y entereza.

En los últimos años se ha entrado en una espiral de disfuncionalidades que son muy difíciles de gestionar por la mayoría. Ante cualquier atisbo de fallo en los sistemas se activan las alarmas y el personal enloquece.

Ejemplos claros de ello los tuvimos al comienzo de la maldita pandemia cuando se hizo acopio de papel higiénico sin ningún sentido lógico que explique el fenómeno. Ahora ocurre con el aceite de girasol, que parece que se usa de forma masiva incluso si se encarece el precio y se iguala con el de oliva.

La invasión de Ucrania, tan irracional como devastadora, está generando múltiples efectos colaterales en los países europeos. Las disfunciones de esta guerra sin sentido se extienden como la pólvora, creando un desajuste monumental en todos los ámbitos de la vida cotidiana.

Las amenazas rusas de usar armamento biológico, químico y, sobre todo, nuclear, también provoca estados de pánico generalizados llevando a muchos ciudadanos europeos a blindarse como buenamente pueden. Contratan o construyen búnkeres, compran mascarillas anti radiación o buscan el yodo de forma compulsiva.

La economía española venía haciendo aguas desde mucho antes del conflicto bélico, pero ahora se agrava y desencadena nuevos efectos disfuncionales. Los precios de las energías están desorbitados y repercuten en todos los artículos de consumo.

El desabastecimiento de productos básicos se hace patente a raíz de la huelga del transporte. Las ganaderías no pueden alimentar a sus animales, los agricultores pierden su producción, la flota pesquera está amarrada, y el Gobierno minimiza la disfuncionalidad y se la atribuye a la guerra o a Europa, pero no mueve ficha.

En otros tiempos por mucho menos se habría montado una movilización ciudadana de escándalo, pero sorpresivamente los españoles estamos callados y esperando la caída de la hoja. Los sindicatos silenciados, muchos medios de comunicación haciéndole el juego a los que mandan y la población anulada.

El paso de la disfuncionalidad al caos es pequeño, peligroso y devastador. Los frentes abiertos en estos días son muchos y demasiado importantes como para mirar para otro lado o procrastinar las decisiones sine die.

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