Luis María Cazorla (Larache, 1950) es Doctor en Derecho, catedrático de Derecho Financiero y Tributario, secretario general del Consejo de Bolsas y Mercados Españoles y académico de Número de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España, entre otros. Además de jurista, es también un prolijo escritor de novela histórica. Ha publicado seis obras con Almuzara y en la última, Melilla 1936, rescata la figura del juez de instrucción en esa ciudad, Joaquín María Polonio Calvente, víctima del levantamiento militar que desencadenó la Guerra Civil. La novela que presenta este jueves en Fundación Mediterráneo constituye la tercera entrega de la trilogía de novelas históricas que el autor ha dedicado a la Segunda República, cuyos precedentes son La rebelión del general Sanjurjo y La bahía de Venus.

Creo que su abuelo emigró a Marruecos desde Novelda.

Sí, mi abuelo sale de Novelda a principios del siglo XX y llega a Larache, ciudad de Marruecos donde nace mi padre y nazco yo. Eso da lugar a que en la trilogía de novelas que dediqué al Protectorado de Marruecos salga mucho Novelda, con la familia Ninet, que recuerda a los levantinos que emigraban a Argelia o Marruecos; tanto el andaluz como el levantino iban a esta zona cuando el asturiano o el gallego iban a América. Y en Larache nace también mi hermana Soledad, que fue la primera mujer fiscal jefe de violencia de género, que murió joven y que tiene una plaza en Novelda. El abuelo que sale de Novelda sin saber leer ni escribir luego tiene una nieta con una plaza en Novelda, y allí están enterrados mis padres y mi familia.

¿Qué ve un jurista como usted en la literatura?

Siempre he sido muy aficionado a la lectura y a la literatura no jurídica, que me ha aportado entretenimiento, cultura, y me ha aliviado mucho de la pesadez de lo jurídico, que requiere mucha precisión, mucho concepto. La literatura me ha complementado y escribir me ha ayudado a aligerar la carga de lo jurídico.

¿Y cómo se organiza? Porque usted sigue trabajando. 

Yo escribo jurídico o literario, según toque, a muy primera hora de la mañana. Soy de los que se levanta a las cinco y media de la mañana y escribo hasta las 9 o 9 y media, sábados y domingos, también. Y me acuesto prontísimo, casi como las gallinas.

¿Quién fue Joaquín María Polonio Calvente, protagonista de su novela y personaje real?

Esta novela tiene con respecto a las anteriores que todos los personajes son reales, todos han estado en Melilla, han tenido que ver con el levantamiento de Franco, que empezó allí el 17 de julio de 1936. Y este personaje era el juez de primera instancia en Melilla, un juez de carrera, joven, doctor en Derecho, muy prestigioso, que llega allí y pone el juzgado en orden y se encuentra con la tragedia que se desencadena el 17 de julio. Le piden que entregue el juzgado los militares que dan el golpe, se niega a ello y le procesan, y al cabo de un año acaban fusilándolo. ¿Y cómo llego yo a él? Cuando fui a presentar La rebelión del general Sanjurjo a Melilla, que tuvo polémica porque trasladaron los restos de Sanjurjo de Pamplona a Melilla...

Como ahora con Queipo de Llano...

Sí, como estos días. Como Sanjurjo era el protagonista de la novela quise visitar la tumba con el decano del Colegio de Abogados en Melilla, Blas Jesús Imbroda, y a la salida me muestra un nicho modesto, de Polonio Calvente, y me dice que fue juez allí y que la tragedia de la Guerra Civil se lo llevó por delante. Esa fue la chispa, luego empecé a investigar cómo entró en la carrera judicial, qué hizo, y a partir de ahí creé la novela, ideando un diario que me invento que escribe todos los días, que permite reflejar lo que ve sobre la tensión fratricida que había entonces y que acabó tan trágicamente.

Él llega a Melilla tras las elecciones que gana el Frente Popular...

Ese es su tercer destino. Está primero en un pueblo de Salamanca y en Málaga. Era doctor en Derecho y estuvo con una beca en La Sorbona. Ya llegaba a Melilla con experiencia, era para él un ascenso, y tiene la mala suerte de que, en aquella época, el que sustituía al delegado gubernativo era el juez de primera instancia, y el 1 de mayo [de 1936] no está este delegado y él, entre otras cosas, interviene en el cierre del casino militar. Eso no se lo perdonan los militares que dan el golpe y es uno de los motivos por el que le cogen inquina. No se avino a entregarles el juzgado y acaban fusilándole después de un proceso, que analizo en la novela.

¿Por qué es tan desconocido?

No lo sé. Hace un par de semanas estuve en Melilla y se ha puesto una placa en el Colegio de Abogados con su nombre. En la brutalidad de la Guerra Civil, personajes como este juez debe de haber varios, pero nadie se ha parado a ver quién era, nadie se ha atrevido a hincar el diente en algo tan desconocido que había que investigar y no era fácil transformar en novela. Y habrá muchos en España como él, de un lado y de otro.  

¿Le hace justicia ahora con su novela?

Creo que sí, porque ha puesto en la actualidad a este personaje; está saliendo en la prensa y es una manera de poner de relieve a muchos, de un molde y de otro, de los que atropelló la Guerra Civil cumpliendo con su deber. 

Usted dice que Melilla es clave en el golpe del 36. ¿Qué Melilla se encontró el juez? 

Pues era una Melilla -como toda España, pero allí quizá más- enormemente tensionada, donde los odios estaban a flor de piel. Las elecciones recientes de febrero de 1936 las había ganado el Frente Popular pero frente a eso estaban muchos de los militares que habían estado en Asturias en el 34. Hay una tensión brutal y un odio desatado, y a él le pilla en medio.

No es la primera novela que ambienta en la Segunda República. ¿Qué le atrae de ese periodo? 

A mí me atrae que las novelas hablen de un periodo histórico que me interesa. En estas tres me interesaba saber por qué mi familia, como tantos alicantinos, llegó a Marruecos; qué fue el Protectorado de Marruecos, qué ocurrió en Annual; por qué Sanjurjo se levanta contra la República cuando había facilitado su llegada como director general de la Guardia Civil; cómo pierde el poder el centro-derecha con los escándalos y el estraperlo. Y en esta yo me preguntaba por qué empezó todo el 17 de julio en Melilla, y luego me fijo en que sea un hecho poco novelado, poco conocido, con un personaje con tantas vertientes novelísticas como este juez.

¿Este juez era republicano o no necesariamente?

Bueno, republicano porque aplicaba la ley republicana que nace a partir de la Constitución de 1931, y el Código Civil del siglo XIX. Pero él sobre todo era un jurista, un juez culto de mente abierta. No era un extremista, sino un jurista que tenía que cumplir la ley.

Entonces había dos Españas. ¿No aprendemos de la historia?

Melilla era una caldera a punto de reventar. Allí había ganado el Frente Popular, la presión militar era muy importante y era el reflejo de lo que ocurría en España. Pero esta novela, si puede servir de algo, a parte de la curiosidad histórica, es para poner de manifiesto que todo lo que sea azuzarnos, los enfrentamientos, el frentismo, es muy malo. Muy malo en el año 36, pero también en el siglo XXI en España. Hablo como jurista, no como político. Todo lo que sea sembrar vientos es traer tempestades. Creo que el fantasma de las dos Españas sigue vigente, pero la sociedad española es hoy mucho más madura, inteligente y formada para no llegar al extremo de no convivir unos con otros. Uno puede ser de derechas y otro de izquierdas, pero hay cosas en las que habrá que ponerse de acuerdo.

Aunque en la renovación del Poder Judicial no hay acuerdo...

En eso no voy a entrar porque no soy político. Todo lo que no sea ponerse de acuerdo en lo fundamental es malo para una sociedad y para un Estado

¿Prepara ya otra novela?

Estoy acabando una novela corta, que no es histórica. Y tengo ideas que me revolotean por la cabeza en el plano histórico: me interesa mucho el Tánger de la Segunda Guerra Mundial, cuando España entra y se hace con el mando de esa ciudad hasta que llegan los aliados y dicen hasta aquí hemos llegado. Pero solo me revolotea.

¿Cree que Melilla 1936 podría llevarse al cine? 

Varios amigos, algunos relacionados con el cine, me lo dicen. Pero yo me encojo de hombros y digo que no tengo nada que ver con el cine, es un mundo tan ajeno... También hay quien dice que si esto hubiese ocurrido en otro país ya se habría hecho una película, pero no lo sé, ni tampoco me interesa. Yo, a lo mío (ríe).