El "Bolero" de Ravel bajo la mirada de Josep Vicent

La orquesta ADDA Simfònica cerró la gala de los "Importantes" con una intensa actuación en 360 grados

El público, incrédulo ante lo que vivió, acabó ovacionando a los músicos con gran emoción

Vista panorámica del auditorio durante la interpretación del "Bolero" de Ravel

Vista panorámica del auditorio durante la interpretación del "Bolero" de Ravel / ALEX DOMÍNGUEZ

Juan Fernández

Juan Fernández

La grandeza de la música no engloba solo el apartado sonoro. El peso de la interpretación puede marcar la diferencia. Precisamente en eso consistió la actuación que llevó a cabo la orquesta ADDA Simfònica a través de la dirección de Josep Vicent en la trigésimo novena edición de la gala "Importantes" del diario INFORMACIÓN. Escogieron una pieza tan elegante como sencilla, conocida por todos, pero a la que le aportaron una magnitud que acabó conquistando a un auditorio que se rindió en elogios ante los músicos.

El espectáculo diseñado por el director titular de la agrupación musical pretendía acercar los instrumentos al público allí presente, para que fueran parte activa de la representación a través de una puesta en escena en 360 grados. Los músicos comenzaron a ocupar espacios a lo largo de todo el auditorio tras una primera llamada que realizó un percusionista, solo contra el mundo, ubicado en medio del escenario y dando comba a un sonido fino y sencillo con un tambor. Le siguieron varios solistas escogidos de forma específica por la orquesta como flautas, clarinetes, trompetas y trombones, situados en los asientos altos del ADDA.

Josep Vicent, en el patio de butacas durante el recital

Josep Vicent, en el patio de butacas durante el recital / juani ruz

Una vez puesta en marcha la columna vertebral de la canción y engrasada la maquinaria a través del tambor, fueron apareciendo progresivamente diferentes sonidos. Primero una flauta, luego instrumentos de viento y cuerdas graves como los chelos o el arpa, añadiendo un ruido armónico que comenzó a producir una ambientación especial y bien recibida por los allí presentes. Este arranque generaba preguntas a la par que curiosidad por ver qué vendría después. Con el simple comienzo de una selección de solistas, el público ya estaba inmerso de lleno en la pieza.

Oír el arrastre del arpa y la entrada de los chelos transportaba al oyente a la cotidianidad de la calle. Unos instrumentos que simulaban los ruidos del exterior, pero reproducidos en un recital sinfónico. La invasión se hizo notar cuando incurrió, por fin, el grueso de la orquesta. 40 violines y violas conquistaron las escaleras del auditorio, un solista con el trombón apareció en el centro de las localidades elevadas y se cerró un círculo de 360 grados que confirmó la magnitud expositiva de esa coda.

Un momento de la actuación de la orquesta ADDA Simfònica

Un momento de la actuación de la orquesta ADDA Simfònica / ALEX DOMÍNGUEZ

Todo estaba siendo muy apoteósico. Josep Vicent, levantado, daba entrada al grueso de una obra que lo único que hacía era crecer y crecer en cinco repeticiones del tema principal, hasta que en un momento dado, una señal del director obligaba a hacer una modulación para entrar en la fase final de la pieza. En ese entonces la interpretación viró hacia el clímax final, donde la orquesta ADDA Simfònica intentó crear la sensación de confrontación entre el ser humano y el universo, frente a la divinidad y frente a Dios.

La emoción comenzó a conquistar todos los sectores del auditorio, ligando la entrada de percusiones más grandes, platos y timbales hasta que una última llamada a la grandilocuencia devolvió el silencio a un complejo que permaneció mudo durante unos milisegundos, incrédulo ante lo que acababa de suceder. El mutismo cesó con el primer aplauso, que fue seguido por una atronadora tromba de ovaciones que respondieron ante lo que se había vivido durante ocho intensos minutos. La emoción fue devuelta a los músicos, sabedores de que lo que habían realizado en la gala de los "Importantes" del INFORMACIÓN estaba al alcance de muy pocos.