La caja de resonancia
¿El pop camina hacia la melancolía y el narcisismo?
Una tendencia de la música actual apunta a dejar a un lado la pulsión colectiva y transformadora, que se hizo fuerte en la década anterior, y expresar zozobras más íntimas, con la tristeza convertida en trazo generacional
Jordi Bianciotto
Venimos de una época en que el lenguaje de la música pop (y cercanías) se imbuyó del ‘nosotros’, efecto de la crisis de 2008 y del 15-M: horizontalidad, citas a Brossa (“la gent no s’adona del poder que té”, cantaba con vehemencia Maria Arnal), verbo airado contra las desigualdades. ¡Hasta Miguel Bosé grabó un tema titulado ‘Sí se puede’! Se respiraba un afán por hacer piña con la audiencia, compartir desilusiones e indignaciones, clamar por la transformación social.
¿Y ahora? Todo eso sigue ahí, en cierto subsuelo, pero ya no parece que el ‘mainstream’ se sienta en la obligación de reflejarlo. Y hace un tiempo que se filtra una tendencia de signo distinto y que tiene que ver con emociones experimentadas en solitario. Canciones que no deslizan mensajes expansivos o ambiciosos, sino que exteriorizan demonios, lamen heridas y propician la conversación sobre la salud mental. Músicas que tienden al acorde menor y que se ponen melancólicas. Ese es uno de los carriles por los que Taylor Swift ha conectado con una generación. Y Billie Eilish, con la ‘oscarizada’ ‘What was I made for’, la canción de ‘Barbie’, que refleja la incapacidad de Ken para comprender a su eterna novia y que expresa una desolación existencial.
Sí, parece que la pena y el desconsuelo triunfan como material pop como nunca lo habían hecho. En plataformas como Spotify prosperan listas con títulos como ‘Canciones tristes’ o ‘Mix para un día tristón’, con hitos contrastados como ‘Summertime sadness’, de Lana del Rey. En la escena catalana, Mushkaa combina el reguetón evasivo con la canción interiorista, que invoca angustias íntimas. “¿Cuántos sensibles hay en esta sala?”, preguntaba la otra noche en Apolo. ‘Ariox is super sad’ se titula, sin rodeos, el primer disco de la veinteañera Ariadna Casas. El nuevo de Ginestà responde por ‘Vida meva’ y dice cosas como “ja estic cansat, vull fer una cançó que parli només de mi”.
¿Decepción generacional cósmica? Se ha acusado a esa nueva quinta pop de ensimismarse en las tormentas que arrecian en su vaso de agua y de practicar el puro narcisismo. Miren, no lo sé. Puede haber postureo y ganas de hacerte el artista torturado, pero algo ocurre ahí, y hablar de lo tuyo no significa que el resto del mundo te importe un rábano: por algún lugar hay que empezar, y ¿cuál mejor que tú mismo, el punto del universo que mejor conoces? Al fin y al cabo, lo que importa es que, más allá de todo ese relato, que en el ritual promocional se lo come casi todo, de ahí salgan buenas canciones.
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