Existe un número misterioso, mágico, culmen de la belleza, que representa la perfección de la naturaleza, la sutileza de la proporción. Un número más estético y artístico que pi, que se esconde doquiera que miremos: en la música, la escultura, la pintura, la arquitectura y la ciencia. En nuestro propio cuerpo. La metáfora matemática de la belleza. Es el número áureo o número de Dios, también conocido como número fi o phi en honor a Fidias, el célebre escultor griego. Son innumerables las obras de arte y creaciones de la naturaleza que encierran el número de oro en sus proporciones, que les confiere sublime belleza y un valor casi místico. Se trata de un número irracional que, más allá de la aritmética, en geometría tiene una particular presencia en el pentágono. Y esta armonía entre cinco elementos, con sus vértices, segmentos y su mágico equilibrio, es la misma que ha encontrado en baloncesto el HLA Alicante, equipo que no conoce la derrota en 2020 y que lidera en solitario su grupo de LEB Oro.

Ese pentagrama que pone en pista Rivero en cada enfrentamiento ha sido capaz de conseguir la proporción áurea de la belleza en el deporte: el equilibrio entre una asfixiante defensa y un ataque sin parangón, con Zohore y Bilbao en la zona; el engranaje entre la veteranía de Huertas, Urtasun y Llompart con la juventud de Galán, Chumi, Rodríguez y Arcos; la armonía en la circulación del balón y la lectura del juego, desde los triples de Martínez y Urtasun y las penetraciones de Chumi hasta los reversos de Zohore y el mate de Arcos; la suma belleza de las bombitas de Pitts y la precisión de cada uno de los movimientos tácticos que el viernes pasado dieron una contundente victoria al Lucentum ante su principal rival hasta ese momento, el TAU Castelló. No importa cuál sea el pentáculo en pista: Pedro Rivero y ese triángulo áureo que forma con Antuña y Carrillo han encontrado la fórmula del éxito, el equilibrio de la estrella pentagonal sobre la cancha, moviendo las piezas hasta conseguir la perfecta espiral áurea que anula a los contrincantes y convierte al HLA en una máquina geométrica perfecta.

Existe una enorme belleza en las matemáticas. Los números lo llenan todo, nos rodean invisiblemente y guardan místicos secretos. La proporción entre abejas hembra y macho en una colmena. La estructura de la quinta sinfonía de Beethoven. La disposición de los pétalos de las flores. La distancia del codo a los dedos. La arquitectura del Partenón o de la pirámide de Keops. Los cuadros de Da Vinci. Las caracolas. Los violines de Stradivarius. Todos los cálculos nos llevan indefectiblemente al número phi, el número de oro, de infinitos decimales (1’61803…). La razón áurea nos ayuda a entender las proporciones en los objetos geométricos, no como una unidad, sino como una relación o proporción. Uno de los grandes tesoros de la geometría. Si el álgebra no les interesa mucho, no se preocupen. Esta proporción de oro entre los elementos del conjunto pueden verla sobre el parqué cada vez que juega el Lucentum. Belleza deportiva en estado puro. Poesía en movimiento. La proporción áurea hecha baloncesto.