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La Atalaya

Dibu Martínez, la última joya del escaparate de Santoro

Emiliano Martínez besa ayer el trofeo al Mejor Arquero del Torneo. EFE

Emiliano «Dibu» Martínez fue descubierto para el gran público al acaparar los focos en la tanda de penaltis del partido Argentina-Colombia, que dio el pase a la final al seleccionado albiceleste en la Copa América. En esa tanda, Dibu utilizó una «animada charla» dirigida al rival que se disponía a fusilarle con el fin de descentrarle e influir en su disparo. La escena, que se hizo viral, finalizó con el resultado que buscaba el portero al provocar el error en varios lanzadores.

Hoy, ya campeón con la Argentina de Messi tras haber derrotado a Brasil en Maracaná en la madrugada del domingo, Emiliano Martínez ha cruzado la meta que, siendo un niño, soñó al abandonar Mar del Plata con destino a Avellaneda para escapar de la pobreza a través del balón. Sus dotes no pasaron inadvertidas para Pepé Santoro, el legendario guardameta del Hércules de los años setenta, hoy mano derecha del presidente de Independiente, club en el que ha estado vinculado toda su vida con la única excepción de su etapa alicantina. Santoro apenas necesitó unos minutos para aconsejar al club que se quedara con aquel jovencito de buena planta, interesantes reflejos e inabarcable ilusión para triunfar.

La progresión de Dibu en la escuela del Rojo fue notable. Poco después fue convocado por el Tata Brown para la selección juvenil que debía disputar el Sudamericano sub-17 en Chile y sus cualidades no pasaron inadvertidas para los ojeadores del Arsenal, que lo citaron en Londres para someterse a una prueba en presencia de Arsen Wenger. Allí viajó el portero acompañado de Santoro, quien, tras obtener el visto bueno de Wenger, ejerció su última función con Martínez ante las dudas del joven de separarse de su familia. «Es una oportunidad única que debes aprovechar. Si extrañas, traes a tu mamá; cuando tu mamá se canse, traes a tu papá; él se cansa y viene tu hermano… y así te vas amoldando».

El joven arquero siguió madurando, fue cedido en varias ocasiones por el Arsenal, incluso llegó a jugar en el Getafe hasta que fue traspasado al Aston Vila por 25 millones de euros. Y fue convocado por Argentina. Él mismo había advertido a Santoro: «Pepé, el día que agarre la selección no la suelto más». Y así pasó. Hoy en día es uno de los porteros con más cartel en la Premier y gran protagonista de la Argentina campeona en Brasil. Y agradecido a Pepé Santoro, el exguardameta del Hércules que le abrió la puerta en Independiente, el mismo que marcó sus pasos hasta Londres, cuyo instinto para señalar piedras preciosas y habilidad para pulirlas es fácilmente constatable. Fe de esto último llegó a dar el también recordado Pepe Rivera, pundonoroso defensa y compañero en su etapa en Alicante, quien, como secretario técnico del Recreativo de Huelva y por consejo de Santoro, consumó el fichaje de Mariano Pernía, un lateral zurdo que los onubenses traspasaron por una cantidad millonaria al Atlético de Madrid y que, tras nacionalizarse, llegó a ser internacional con España.

Su ojo clínico en el fútbol ha sido una de las constantes de su vida profesional. Sin ir más lejos, siendo jugador en el Hércules aconsejó el fichaje de Giuliano, Comisso, Saccardi y Charles, cuatro de los mejores extranjeros que han defendido esa camiseta. De hecho, en Independiente sigue formando parte del staff y es el hombre de confianza de su presidente. Curiosamente, tras cuarenta años de ausencia, Santoro regresó a Alicante en febrero del año pasado para visitar a su nieto, instalado un año antes en la ciudad. Se vio obligado a prolongar su visita y tuvo que permanecer varios meses en un piso alquilado al coincidir con el estado de alarma provocado por la pandemia.

Durante ese periodo, se le escuchó alguna declaración poniéndose al servicio del Hércules para cuando quisiera explorar el mercado argentino. En cualquier club normal, tal ofrecimiento, más que un honor, sería un lujo. Pero el Hércules lleva muchos años alejado de la normalidad. Hasta resulta aventurado pensar que por allí dentro alguien alcanzara a saber quién es Santoro. Y así le ha ido.

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