Regenta desde hace ocho el bar «La Coveta», situado en una esquina del perímetro del Mercado Central de Alicante. Allí labora junto a su esposa, Alejandra, detrás de una menuda barra en la que cada día apoyan sus codos decenas de parroquianos, casi siempre asiduos a las tapas que con esmero elabora Alejandro, un chicarrón de 44 años que trabaja desde niño y casi sin descanso en un variado laberinto de oficios y de aficiones. Se considera uno de los percusores del tardeo.
Es el menor de tres hermanos. El padre, Francisco, se ganó la vida como gestor; la madre, Encarnación, es una cocinera profesional que, entre otros garitos, custodió los fogones del restaurante «Lo de Reme», ya clausurado. Creció en la barriada del Pla y se hizo bachiller en el colegio Antonio Ramos Carratalá.
Empezó a trabajar temprano. A los 16 años se enfundó una bata y ejerció como mozo en Almacenes Peral, que surtía productos a los supermercados Postiguet. Ahí anduvo hasta que tuvo que incorporarse a filas. Su destino fue la Academia General del Aire en San Javier (Murcia). Tiene en su honor haber sido el último cantinero del acuartelamiento dedicado a formar oficiales, poco antes de privatizarse el servicio de bar.
Después de un año de asueto, decidió dedicarse a la moda: una tienda en Carolinas y más tarde otra en San Blas, que bautizó con el nombre de «Visual». Se dedicó junto con un socio a la importación de productos de Gran Bretaña. Con el negocio en marcha, Alejando marchó una temporada a Inglaterra para aprender inglés- Se colocó en la cocina del restaurante «La Brasserie», en Bromton Road. Allí sirvió desayunos a cientos de personas, entre ellas al mismísimo Eric Clapton, a Prince y, a menudo, a futbolistas del Chelsea.
Con el inglés aprendido regresó a Alicante. Pensó emigrar a Australia, pero finalmente optó por seguir en el mundo de la moda y fabricar su propia ropa en su negocio «Decalle». Su diseñador fue «Bob Doscuatrouno». Atraído por el hip-hop, un movimiento que se caracteriza por cuatro manifestaciones culturales: rap, turntablism, breaking y grafiti, empezó a organizar eventos y fue uno de los impulsores del certamen «Alacant Desperta», junto a los colectivos Carnestoltes y La Meca. Ahí sigue con las tapas y con una avivada pasión por el hip-hop.
Alejandro estuvo diez años casado con una muchacha cubana. Quince veces viajó a la isla. Se siente sobre todo alicantino, pero admite que también se considera procubano y forma parte de la Asociación Miguel Hernández de Ayuda a Cuba.
En el bar se siente cómodo. Es generoso. Cuidadoso con las tapas y meticuloso con los embutidos que se trae desde La Alpujarra granadina. Tiene buenos clientes que con el tiempo son amigos. Un clásico del tardeo.
A Alejandra la conoció en su A este hombre le gustaría trasladar «La Coveta» a un rinconcito de La Habana y llevarse en la maleta todas sus historias con el rap, el breaking y el grafiti.