Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Tito escribe su vida en servilletas

Miles de noches en saraos: movida y carnavales. Cañas y cubatas. Gran tipo. Escribe su vida en servilletas de papel desde el patio de su nuevo recreo: un hotel repleto de viejos y

Tito escribe su vida en servilletas

Crónica de un hombre bueno. Desconocía que Tito, uno de los personajes míticos de la «movida alicantina» y de sus tradiciones más impertinentes y populares, vivía en un asilo. Mi amigo Pedro Soriano, también periodista, me comentó que por ahí andaba. Recurrí al ya retirado y querido profesor de griego, su gran colega, Agustín Jiménez, que me facilitó su número de teléfono. Me presenté en la Residencia de la Tercera Edad Virgen del Remedio, sita en el PAU 2: allá donde mueren los caminos, entre Rabasa y la humanidad. Una amable recepcionista indicó que José Miguel se encontraba en su sitio, en el patio. Ahí estaba Tito, más solo que nadie, sentado en una silla de ruedas, plácidamente escribiendo notas sobre una servilleta de papel casi pegada a la nariz.

José Miguel Dueñas Molina (Tito) nació hace 67 otoños en Alicante, en la barriada de Carolinas Bajas. Su madre, alicantina, le fue a parir en una cliniquita cercana: la criatura pesó casi cinco kilos. Fue gordito de nacimiento. El padre, de Catral, trabajaba como representante.

Tito acudió a varias escuelas: La Misericordia, la academia San Juan de la Cruz, y en Salesianos abandonó los estudios con 14 años. Luego se hizo con el certificado como graduado escolar en el instituto La Neja. Cumplió.

Empezó a trabajar en pantalones cortos: como aprendiz en la imprenta de José Terol Misó, situada junto a los antiguos talleres y la redacción del diario Información, en la calle Poeta Quintana. Pronto empezó a manejar una máquina tipográfica modelo «Minerva» fabricada por Heidelberg. Se cansó de mancharse las manos de tinta y dio un respiro a su vida laboral. Días más tarde regresó a los mandos de otra linotipia «Minerva» en el taller de Cirilo Pérez. Ahí estuvo varios años.

Era un chaval inquieto. Tras la mili volvió a la imprenta. Sus compañeros lo eligieron enlace sindical. Estamos en pleno período de transición democrática. Tito fundó el sindicato de Artes Gráficas de la Unión General de Trabajadores, junto a Francisco Ibiza, suegro del recientemente fallecido Antonio Fernández Valenzuela, y al padre del periodista y escritor Mariano Sánchez Soler.

También trabajó en Benidorm, en los talleres de Pedro Gallego Porro. Harto de tintas y del soniquete de las máquinas, decidió cambiar: se empleó un tórrido verano como «picaplayas» en el Postiguet montando y retirando cada día sombrillas y hamacas.

La savia de Tito siempre ha estado correteando por el Casco Antiguo de Alicante, donde durante décadas no faltó una sola noche. Fue uno de los impulsores de la «movida alicantina» a mediados de los setenta y de miles de saraos en el Barrio. Estuvo entre los fundadores del Col·lectiu Carnestoltes, con Manolo Oliver Narbona y su mujer, Caridad; Antonio de Fez, Agustín Jiménez, Adolfo Carnero y Michel Coyman, entre otros. También participó en el monográfico «Barrio plateado por la luna» que, editado por el Instituto Gil-Albert en 1986, contó con colaboraciones de las principales firmas de Alicante, como la de Enrique Cerdán Tato, quien jamás perdonó a Tito que se apease de la vieja «Minerva».

Un personaje popular y bonachón que pudo subsistir en variopintos empleos, como el de conserje en la residencia juvenil Lucentum, de conductor de inspectores de consumo o el de mozo en las visitadas estancias de Tráfico.

Acabó en el paro. Pachucho. Sin nada. Logró la pensión de jubilación hace dos años. Es dependiente: necesita ayuda. La diabetes ha herido sus pies, sus ojos, su libertad y aún juega con sus vísceras. Pese a todo, está cómodo. Es el interno más joven, un chaval en el recinto. Comparte habitación con un nonagenario que no le deja ver la televisión al anochecer, pero él se aposenta en el salón de recreo del hospicio hasta la medianoche. Sus amigos lo visitan; también sus únicos familiares: el hermano, la cuñada y dos sobrinas.

Pasa la mayor parte del día escribiendo sus memorias en servilletas. Se considera un escritor salvaje, sin reglas ni estilos. Dice que cuando le apetece toma un taxi y se planta en el Postiguet o en la Albufereta para ver, sentir y oler el mar un buen rato. Que falta hace.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats