La crisis derivada de la pandemia originada por el COVID-19 tiene un claro impacto en materia de salud y graves consecuencias en el mundo económico y empresarial que se concretarán en toda su magnitud en los próximos meses. Esto obliga a las empresas a realizar un doble ejercicio: atender lo urgente del corto plazo, sin perder la perspectiva de lo importante en el medio y largo. Los empresarios deben pensar hoy en cómo salir de la actual situación, sin olvidar plantearse también los retos empresariales para el día después del levantamiento del estado de alarma, con el objetivo de superarlo con el menor impacto negativo posible y escapar del riesgo a tener que cesar la actividad de nuestra empresa.

En este contexto, el empresario tiene la responsabilidad de anticiparse a los acontecimientos y tomar decisiones, siendo esencial llevar a cabo una reflexión y revisión estratégica, analizando las fortalezas y debilidades propias de la empresa y los cambios experimentados en el entorno para tomar las decisiones necesarias para maximizar las probabilidades de éxito.

Dependiendo de las circunstancias específicas de cada empresa, el espectro de alternativas de actuación es muy amplio, desde la posibilidad de una reestructuración organizativa, con el objetivo de optimizar costes o personal, hasta una apertura a nuevos mercados o líneas de actividad o, incluso, la posibilidad de vender la empresa o identificar un nuevo socio financiero o industrial, que dote a la empresa de los recursos necesarios para afrontar el nuevo contexto económico. La última opción, ante situaciones críticas, será un concurso de acreedores o un cierre, en caso de que el daño sufrido por la empresa se considere irreparable.

Según lo indicado, una primera opción es llevar a cabo una reestructuración organizativa, lo que supone repensar el actual funcionamiento y estructura de la empresa para centrar su actividad en las áreas de negocio más rentables o de mayor proyección futura, dimensionando su estructura y recursos en función de la nueva orientación del negocio. Este tipo de acción puede suponer el cierre de determinadas filiales o líneas de negocio o su redimensionamiento, por lo que requiere un estudio previo tanto de la propia empresa como de sus mercados para tomar las decisiones más adecuadas. Este estudio debe contemplar un presupuesto detallado que nos permita analizar el retorno de la inversión a realizar, ya sean reajustes de plantilla, actividades de marketing o nueva infraestructura productiva. El momento actual puede ser propicio para abordar procesos de mejora y modernización de las empresas, pospuestos habitualmente por la urgencia del día a día, como puede ser el proceso de digitalización, que puede aumentar sustancialmente la productividad a través de un uso más eficiente de los recursos.

Otra alternativa consiste en llevar a cabo operaciones corporativas ya sea de fusión, adquisición o venta de la compañía. El punto de inflexión que ha supuesto esta nueva situación puede llevarnos a plantearnos la posibilidad de vender la empresa o de buscar un socio financiero o industrial que aporte los recursos económicos o comerciales que necesita la compañía. En estas circunstancias, es fundamental obtener una adecuada valoración del negocio para verificar si ésta resulta acorde con nuestras expectativas, así como contar con el oportuno asesoramiento para abordar la negociación y, en su caso, la redacción de contratos o acuerdos parasociales, ya que una adecuada gestión del proceso resultará clave para el buen fin de la operación.

En caso de que las circunstancias de la empresa sean críticas y se constate la incapacidad de atender sus obligaciones de pago, sin que sea posible abordar una refinanciación o ampliaciones de capital para cubrir esa contingencia, será responsabilidad del órgano de administración solicitar la declaración de concurso de acreedores o bien, evitar el concurso a través del uso del mecanismo legal habilitado para alcanzar un acuerdo de refinanciación.

Ante todo, un concurso de acreedores es un procedimiento legal que se origina cuando una persona física o jurídica deviene en una situación de insolvencia en la que no puede hacer frente a la totalidad de los pagos que adeuda. El concurso de acreedores en función de que la insolvencia se considere transitoria o definitiva, podrá derivar en un convenio con los acreedores y se le dará viabilidad a la empresa o bien derivar en la disolución de esta. La presentación de un concurso de acreedores requiere de un estudio previo en profundidad y del necesario asesoramiento jurídico para evitar que el órgano de administración incurra en responsabilidad.

En conclusión, son muchas las herramientas que la empresa tiene a su disposición para defenderse de las consecuencias que está empezando a tener el COVID-19 sobre nuestra economía, pero todas ellas requieren de un análisis en profundidad. Estamos convencidos de que el reto del día después también es una gran oportunidad.