El sector de la artesanía ha encontrado en la digitalización un preciado aliado para incrementar su potencial de promoción y ventas. Su reclamo no es otro que su seña de identidad. En un contexto global en el que la automatización industrial avanza a pasos de gigante con la producción de artículos a gran escala, los artesanos se aferran al valor añadido de su trabajo manual como elemento diferenciador e impulsan la transformación de su plataforma comercial para sobrevivir en tiempos convulsos. Sin apenas ferias ni mercadillos donde mostrar sus habilidades y ofrecer sus productos, internet y el tirón del e-commerce se han convertido en el refugio de destrezas centenarias que precisan nuevas oportunidades de negocio para garantizar su supervivencia. La clave está en lograr conectar con los consumidores a través del universo virtual y, sobre todo, hacer pedagogía para conseguir transmitir el minucioso proceso de creación de piezas únicas y exclusivas que se ofertan cada vez más a través de la pantalla.

Tradición e innovación van de la mano en la estrategia para sortear la crisis que atraviesan buena parte de los gremios a través de iniciativas como la que promueve la Asociación para la Mejora de la Artesanía Tradicional y Actual (Amata), con sede en Alicante e integrada por 150 asociados. Las restricciones de la pandemia han bloqueado la mayoría de eventos para mostrar a pie de calle los entresijos de oficios históricos. Hasta el año pasado organizaban una veintena de ferias y este año sólo han celebrado dos. La complicada situación que ha llevado a buena parte de los artesanos a perder hasta un 90% de ingresos ha obligado a buscar alternativas para salir adelante. Con ese objetivo, desde Amata se ha creado una web que concentra obras de más de una treintena de profesionales y, lo más importante, documenta cómo se crean los productos hechos a mano y quiénes son sus protagonistas. «Se trata de un canal directo entre el artesano y el consumidor. Parece que la gente tiene miedo de comprar artesanía online debido a que les falta ese contacto directo con el artesano, que es lo que encuentra en nuestras ferias. Para mostrar la autenticidad de los productos, hemos incorporado vídeos y textos explicativos. Es una forma de conectar con el comprador y que comprenda el valor y el precio de un producto artesanal», explica la presidenta de la asociación, Elvira Geurts.

Aitor Vañó trabaja en su taller de artesaía de madera en Agres.

Pueblo Artesano es el nombre de la web en la que los internautas pueden visitar los talleres y tiendas, pasear por ferias virtuales o ver clases de artesanía a partir de las técnicas y herramientas que se utilizan para crear las piezas. Con ello, el visitante puede adentrarse en los obradores y, sobre todo, poner rostro a los profesionales, conectar con su historia y realizar transacciones de compra.

Estrategias de visibilidad en redes sociales, micropildoras publicitarias o páginas web responsive que se adaptan a teléfonos móviles o tablets son algunas de las tácticas que los artesanos comienzan a implementar para conseguir, paradójicamente, que productos y artículos moldeados a partir de vetustas herramientas y técnicas centenarias puedan comercializarse online.

Beatriz Hurtado elabora bisutería en vidrio en Almoradí. Tony Sevilla

Leopoldo López y Rosa Pérez son dos de los artesanos de la provincia que, probablemente, fueron de los primeros en apostar por las posibilidades del entorno digital a través de su negocio, El taller de la Rosa, ubicado en Villena. Son especialistas en la confección de prendas y complementos realizados en piel y abrieron su propia web en 2013. «Se nos ocurrió la idea para incrementar ventas y poder vender productos de recreación histórica medieval como brazaletes o bolsas a otras tiendas. Hacemos muchos pedidos personalizados y la clave está en escuchar al cliente y captar lo que quiere». Gracias a la promoción trabajada durante años, reciben encargos de todo el país. «Se notaba mucho en las semanas previas a la celebración de mercadillos medievales» aunque ahora, reconocen, «se vende muy poco».

Beatriz Hurtado, de Almoradí, también ha visto cómo su volumen de negocio se reducía hasta casi desaparecer con la pandemia. Produce bisutería en vidrio, un delicado material importado de la isla de Murano (Venecia) que funde y moldea con la ayuda de un soplete para dar forma a pulseras, pendientes o colgantes. «Aprendí a fundir el vidrio con mi hermano, que hacía vidrieras decorativas para iglesias, hasta que dejé mi trabajo en una asesoría y aposté por la artesanía», indica. Normalmente trabajaba en mercadillos medievales por toda la provincia, Valencia o Albacete, mostrando en directo su técnica. «No es lo mismo ver cómo se hace que encontrarte con una pieza terminada porque se le da menos valor», sostiene.

Hurtado señala que ahora «la situación es complicada porque no podemos exponer nuestro trabajo», pero no se rinde. Ha abierto su tienda virtual y ·«me estoy moviendo por redes sociales, subiendo piezas y dándome a conocer», añade.

También las redes sociales y su propia página web contribuyen a mantener a flote la escuela-taller Hierro y Fuego, que el maestro forjador

Alejandro Cremades en su escuela-taller de forja en Onil.

Alejandro Cremades, de 48 años, mantiene en Onil. Su vinculación con el modelaje de hierro fundido comenzó cuando era militar. Trabajó en una maestranza de Albacete en la que se fabricaban piezas para aviones. Años después decidió montarse en su furgoneta y estuvo dos años recorriendo diferentes países europeos para aprender técnicas medievales en reconocidos talleres. Su profundo conocimiento de la fragua le ha llevado incluso a trabajar en la restauración de una parte de la rejería del Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago. Cremades se ocupa de realizar el trabajo de moldeado de hierro a golpe de martillo, yunque y fuego, y es su mujer, Brenda Cacciola, la que se encarga de promover la oferta formativa de la escuela-taller, en la que se instruye a alumnos en el arte de la fragua y se promocionan los trabajos por encargo. «Ahora estamos cambiando la página web, que tiene 10 años y no está adaptada a móviles para entrar en el mercado digital y conseguir clientes. También hacemos publicidad en Facebook y Google Business. Son buenas herramientas y generan bastante movimiento por redes», sostiene.

De juego a oficio

Aitor Vañó tiene 27 años, es de Agres y dirige su propio taller de artesanía en madera. Comenzó haciendo manualidades con restos de poda desechados por sus padres, agricultores, y acabó convirtiendo lo que empezó como un juego en su oficio . Gubias y formones son las herramientas con las que realiza sus trabajos, desde esculturas hasta mobiliario o escudos y juguetes. Sin mercados navideños ni ferias, reconoce que los tiempos son complicados, aunque también él centra ahora su estrategia en darse a conocer online. «Hay que adaptarse y que la gente te conozca. Tengo mi página web y uso Instagram, Facebook y todo lo que puedo para estar al día. Es importante que la gente conozca tu trabajo para poder valorarlo».

La ceramista Silvia Arias en su taller de Onil.

El matrimonio formado por Silvia Arias (ceramista) y Paco Trives (que produce a mano recreaciones de productos históricos como corazas, escudos o armas para las fiestas de Moros y Cristianos) también sufre en tiempos de crisis las dificultades de la falta de eventos donde vender sus productos e intentan agarrarse a los canales digitales para poder dedicarse a oficios que requieren grandes dosis de vocación. «Durante el confinamiento abrí incluso un canal de Youtube y una web, aunque es muy difícil vender artesanía en cerámica por internet», dice Silvia.

Y, mientras algunos artesanos con años de trayectoria siguen buscando en el universo virtual la visibilidad que la pandemia les niega, otros como Marcel·la Payá han encontrado en la artesanía un nicho de empleo. En su caso, confeccionando bolsos que tienen mucho que ver con el concepto de sostenibilidad y economía circular. Esta emprendedora de Muro trabajaba en la ambientación de vestuario de producciones de cine hasta que la crisis del covid-19 bloqueó la actividad. Ahora se dedica a a elaborar bolsos con neumáticos reciclados y ropa usada. Los diseños de su marca, Lulutbags, «han tenido una buena acogida» y buena parte de la promoción se centra en su web y redes sociales. Aunque parte de sus clientas, por la edad, no son muy avezadas en los códigos virtuales, Payá encuentra fórmulas para llegar también a ese público. «Me conocen a través de internet y me contactan por el chat habilitado en la página web. He puesto toda mi energía en este proyecto y, por ahora, no me va mal», concluye.

Paco Trives realiza objetos medievales y decorativos en latón y aluminio.