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Y ahora... qué?

Y ahora... qué?

La realidad que estamos viviendo en estos momentos, tiene, más que nunca, mil caras diferentes. La situación varía según los sectores, el tamaño de las empresas y sus características particulares y eso, lógicamente, se traslada a toda la sociedad.

Todavía estamos en shock ante las situaciones inimaginables que nos han tocado vivir, tanto a nivel humano/personal como en el humano/laboral, porque si bien lo humano siempre ha formado parte de lo laboral nunca ha sido tan evidente como ahora. Las emociones de toda índole han estado «a flor de piel» en nuestros trabajos y ha habido que lidiar a partes iguales con las tremendas y terribles dificultades económicas y con la intranquilidad, el desánimo y el miedo de las personas de nuestros equipos, por lo que había que conservar la serenidad para así mantener la moral del equipo.

Por si eso no fuera ya suficiente, a nivel empresarial amanecemos cada día con una «sorpresita» en forma de nueva adversidad para ponernos el reto más difícil todavía. Alguna de estas cuestiones parecen venir de la confluencia y combinación de un conjunto de situaciones difíciles de controlar, como el desabastecimiento de muchos componentes y materias primas, su consiguiente encarecimiento, el incremento de costes en el transporte marítimo, el aumento del precio de la electricidad y de los combustibles o incluso la sorprendente reciente noticia del racionamiento de la energía en la gran fábrica del mundo que es China…

Y para rematar, la semana pasada el INE nos da la noticia desoladora de que la previsión de incremento del PIB del 2,8% del segundo trimestre del 2021, que suponía un empuje de optimismo respecto a la recuperación, se quedaba realmente en un escaso 1,1% de crecimiento.

Muy lejos de lo que pueda parecer con esta exposición de la situación, soy optimista, básicamente porque sigo creyendo en las personas de nuestra provincia, en su capacidad de superación y en los principios y valores de nuestras empresas familiares, que representan el 92% de las empresas alicantinas, más del 85% del empleo privado y más del 75% del VAB (Valor Añadido Bruto) y que, por tanto, suponen el verdadero motor de nuestra economía, y que siguen resistiendo e intentado sobrevivir y mantener el empleo ante tanta adversidad.

Sin duda no hay mayor función social que el empleo.

Por eso es tan importante que ahora nos unamos toda la sociedad en su defensa, priorizando todas aquellas medidas y políticas que sirvan para mantenerlo e incrementarlo. Y por supuesto no es el momento para esas otras que lo entorpezcan. No es el momento de subir más el SMI (que probablemente no destruya empleo pero sí que impida la creación de nuevo, sobre todo en microempresas respecto a trabajo poco cualificado y jóvenes sin experiencia que necesitan ese primer empleo), ni los impuestos a las empresas (que tienen que recuperar las pérdidas generadas por la pandemia y devolver los ICO que las han ayudado a mantenerse a flote), ni de crear una tasa turística que merme todavía más a un sector muy importante en nuestra provincia y que se ha visto gravemente afectado, ni de disminuir el caudal del trasvase Tajo-Segura, eliminando oportunidades para nuestros agricultores. Y es el momento de extender las bonificaciones en el impuesto de sucesiones y donaciones a las empresas cuya facturación sea mayor a diez millones de euros, pues nos hace mucha falta la continuidad en el empleo de esas empresas en el delicado momento de la sucesión, y porque además esas empresas son tractoras de muchas otras más pequeñas cuya suerte depende de la continuidad de las primeras.

Así que a la pregunta de ¿y ahora, qué? La respuesta es más unión.

Más que nunca el sistema necesita una verdadera colaboración privada-pública, expresamente en ese orden, porque no hay que olvidar que los verdaderos creadores de actividad, riqueza y empleo son las empresas, y las Administraciones tienen que actuar como auténticas facilitadoras para que eso se produzca con la mayor celeridad posible, situación que por desgracia no está ocurriendo. Hay que ponerse manos a la obra para que desde todos los ámbitos se realice un cambio en este sentido: que los permisos necesarios para crear actividad no vayan dando botes entre departamentos técnicos que van pidiendo sucesivas documentaciones, en lugar de instaurar la declaración responsable y en el caso de incumplimiento sancionar debidamente. La inmensa mayoría de nuestras empresas son absolutamente responsables y están en línea con objetivos de sostenibilidad, igualdad y justicia.

Reunamos todos a nuestros equipos (empresas y Administración) y aprendamos definitivamente a ser más eficientes en todos los ámbitos.

Volviendo al inicio de este artículo, creo que la pandemia debe hacernos reflexionar respecto a muchas cuestiones, tanto de índole económico-productivo como humano. Y en esa línea quiero resaltar la necesidad de seguir reivindicando, poniendo en valor, agradeciendo y premiando a las empresas familiares de esta provincia. Lo haremos el próximo 5 de octubre en la XXVI edición de los Premios AEFA, en esta ocasión en el Trinquet Municipal de Dénia.

Enhorabuena a las empresas premiadas: Domti, Grupo Marjal y Rolser y a Juan Perán Ramos, que recibirá el reconocimiento Manuel Peláez Castillo por su apoyo y participación en esta gran familia de empresas familiares que es la Asociación de la Empresa Familiar de la Provincia de Alicante (AEFA). Todos ellos son un ejemplo del buen hacer que ahora necesitamos con más fuerza que nunca.

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