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Hortalizas al límite

Cuatro operarios realizan trabajos de recolección en un campo de alcachofas de la comarca de la Vega Baja. | Tony Sevilla

Al límite. Así es como le está tocando vivir al sector de las hortalizas de invierno de la provincia de Alicante, debido a la dinámica de precios ajustados que está protagonizando la actual campaña. Y es que, salvo en el caso de las alcachofas, que juegan en otra liga, las cotizaciones del resto de productos se están moviendo justo en la frontera que separa la posibilidad de obtener unas exiguas ganancias a la de caer en el abismo de las pérdidas. El encarecimiento del combustible, los fertilizantes y el resto de materias primas tienen mucho que ver con esta delicada situación, que propicia que los agricultores se estén viendo abocados a caminar justo sobre el alambre.

Coliflores preparadas para la subasta en la comercializadora de La Redonda de los Huertos, en Orihuela. | Tony Sevilla

Las hortalizas de invierno son un cultivo con un gran peso dentro del sector agrícola de la provincia de Alicante, fundamentalmente en la zona del Camp d’Elx y la comarca de la Vega Baja, que acaparan la práctica totalidad de la producción. La cosecha media se sitúa alrededor de los 40 millones de kilos, de los que aproximadamente la mitad se corresponden con la alcachofa y el resto con productos como el brócoli, la coliflor, el romanesco, las habas o la patata.

En la presente campaña, sin embargo, el volumen se va a ver reducido debido a que las elevadas temperaturas registradas tanto en el momento de la plantación como en el mes de diciembre han propiciado que disminuya alrededor de un 15% la cosecha de alcachofas. A esa circunstancia hay que añadir, además, las heladas registradas este pasado enero, que, sin llegar a provocar mermas, sí que han manchado las hojas externas de una parte considerable de la producción de esta hortaliza.

Aún así, los precios para esta verdura, como viene siendo habitual, oscilan entre 1,70 euros y 1 euro el kilo, dependiendo del calibre y la variedad, lo que permite a los agricultores obtener una rentabilidad aceptable. No corren la misma suerte, sin embargo, el resto de productos. La cotización del brócoli, el romanesco y la coliflor se está moviendo, dependiendo de las semanas, entre los 70 y los 50 céntimos, y, aunque habrá que esperar hasta el final de la campaña para poder realizar un balance, los agricultores no pueden hacer otra cosa que permanecer en vilo.

Y es que, según explica el productor y presidente de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja) de Elche, Pedro Valero, «la cosa anda bastante ajustada, porque nos movemos entre la posibilidad de tener algo de ganancias a vernos abocados a prácticamente no poder cubrir ni los costes».

Hay diversos factores que han influido de manera negativa en la campaña. Según Valero, «para que este tipo de hortalizas funcionen, hace falta que haga frío. En esta ocasión, nos encontramos con las elevadas temperaturas del mes de diciembre, lo que propició una retención de producto en los mercados, tanto del cultivado aquí como del procedente desde Sudáfrica. Así que se generó un exceso de oferta que, ya desde el principio, empezó a afectar a los precios».

El otro factor que está teniendo una incidencia brutal es el de los costes de producción. La electricidad, en concreto, se ha incrementado un 270%, el gasóleo que se utiliza para los tractores y la maquinaria agrícola un 73%, los abonos un 48%, el agua un 33%, los plásticos de los invernaderos un 46% y las semillas un 29,7%. A ello hay que sumar el aumento de un 29,7% que ha registrado el salario mínimo durante los últimos tres años. «El problema es que los precios que se pagan a los agricultores no han crecido, ni de lejos, al mismo ritmo, de ahí que nos encontremos en esta situación tan delicada», indica Valero.

Por su parte, Luis Gómez, productor y consejero delegado de la comercializadora La Redonda de los Huertos, de Orihuela, coincide en que «no suben los precios al ritmo que lo hacen los costes. Por otro lado, toda la cadena es necesaria, pero los agricultores son el eslabón débil. Se podría decir que las ganancias están mal distribuidas».

Gómez, asimismo, llama la atención sobre la alcachofa, que, pese a que se está pagando de manera adecuada, «nos encontramos con que no están entrando los suficientes kilos», por lo que no se le está sacando todo el provecho.

Desde el grupo Agropaco, de Guardamar del Segura, dedicado a la producción y distribución de verduras, hacen referencia también a la escasa rentabilidad de los cultivos en el actual contexto de incremento de costes, hasta el punto de temer una campaña de pérdidas. «No hay margen de ganancias. Con los tiempos que corren, no merece la pena ahora mismo ser agricultor», enfatizan.

José Juan Miralles, por otro lado, es un agricultor, en este caso del Camp d’Elx, que a su vez es representante de La Unió de Llauradors i Ramaders. Se dedica a los cultivos ecológicos, un segmento todavía de pequeño tamaño que distribuye sus productos por comercios de proximidad, dietéticas, asociaciones de consumidores y mercados ecológicos. Con todo, destaca que, precisamente por eso, los precios los marcan los propios productores, lo que permite que la actividad sea viable sin abusar de los consumidores. En cualquier caso, reconoce que la situación del sector a nivel general es complicada, y que está cundiendo el desánimo entre los agricultores.

Las cifras

40 millones de kilos de producción

Las hortalizas de invierno son un cultivo muy arraigado en el Camp d’Elx y la Vega Baja, territorios que acaparan la práctica totalidad de la producción, con alrededor de 40 millones de kilos.

50 céntimos se pagan por la coliflor

Los precios de la coliflor y el brócoli están oscilando entre los 50 y los 70 céntimos, lo que propicia que los agricultores se encuentren al borde de no poder cubrir ni los costes de producción.

La utilización del agua desalada haría inviables los cultivos

En plena polémica por los recortes en el trasvase Tajo-Segura y el uso del agua desalada, los productores de hortalizas de invierno del Camp d’Elx y la Vega Baja tienen claro que esta segunda alternativa supondría el final para los cultivos. Así lo asevera Luis Gómez, consejero delegado de La Redonda de los Huertos, quien señala que el precio del agua de mar tratada en depuradoras «es totalmente desorbitado. Hablamos de una cotización muy similar a la del agua doméstica, lo cual resultaría inasumible para los agricultores. ¿A qué precio tendríamos que vender el brócoli o las alcachofas?», se pregunta. Para Luis Gómez, el agua desalada se podría utilizar «para un regadío excepcional, para ocasiones en las que no haya otro remedio, pero nunca como la principal alternativa. Evidentemente, no podríamos competir con productos forános como los de Argelia, Marruecos o Sudáfrica, pero tampoco con los de nuestro propio país. Los cultivos, en conclusión, serían del todo inviables». Los problemas con el agua, además, podrían presentarse mucho antes de lo que se piensa, ya que, según advierten los productores de la provincia, el invierno está resultando muy seco y las plantas, que hasta ahora no han precisado del riego, lo van a tener que empezar a exigir en escasas semanas. «Veremos -señala Gómez- qué es lo que pasa cuando llegue el momento, y más en un contexto como este, en el que el trasvase ya lleva cerrado desde hace tres meses». Las dificultades con el agua para el riego, asimismo, no se limitan tan solo a la polémica que se está registrando con el trasvase ni al agua desalada. El encarecimiento de la electricidad ya está provocando, de entrada, que los costes de bombeo y extracción se estén incrementando de manera más que notable, en una dinámica que estrecha los márgenes de beneficio de los productores y que los pone contra las cuerdas.

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