Ayer, 26 de mayo, se cumplieron dos años de las elecciones municipales de 2019. Entramos, por tanto, en la segunda mitad de este mandato. Es, pues, buen momento para analizar cómo está transcurriendo y prever qué se podrá conseguir en lo que queda.

Algo así es lo que ha hecho nuestro alcalde, Carlos González, en una tribuna publicada en INFORMACIÓN el pasado domingo. En ella se plantean algunos objetivos conseguidos y otros a los que se espera llegar. Llama la atención un posible exceso de autosatisfacción y una nula admisión de autocrítica o insatisfacción por lo pendiente.

Y ello a pesar de que está en una de las mejores condiciones para gestionar. Tuvo un increíble éxito electoral en 2019, que coincidió con un fracaso del resto de candidaturas que había en el Ayuntamiento anterior: Unas porque perdieron concejales, alguna se estancó y otras desaparecieron. Un panorama halagüeño para cualquier alcalde y, encima, de los cinco grupos municipales que entraron, tres de ellos ya no están dirigidos por los que fueron sus cabezas de lista. Ni pagando le sale mejor.

Es legítimo resaltar los logros obtenidos pero no lo es tanto obviar lo no conseguido a pesar de tanto anunciarlo. La credibilidad se puede resentir. Máxime cuando, después de seis años en la Alcaldía, se nos ha venido prometiendo tanto y en tantas ocasiones.

Sólo quedan dos años para las próximas municipales. Es un plazo relativamente corto y no el más cómodo para determinadas decisiones. En cambio, es urgente concretar muchas cosas pendientes. El actual equipo de gobierno PSOE-Compromís tiene la mayoría justa (14 concejales). Las circunstancias han cambiado mucho políticamente, a todos los niveles. Si no se quiere aumentar la decepción ciudadana ante la no concreción de objetivos muy necesarios y prometidos en nuestro municipio y, con ello, que fuerzas populistas y reaccionarias puedan aumentar sus expectativas, es necesario dar un impulso a una gestión municipal que, a pesar de declaraciones de autosatisfacción, no pueden considerarse modélicas.

Los proyectos de integración y mejora urbana en barrios como Carrús, Palmerales y San Antón, a pesar de los EDUSI, languidecen. La devolución de los 43 millones que Elx invirtió por los terrenos de la Universidad se dilata, ni está el documento que obligue a la Generalitat y ni siquiera parece saberse qué hacer con el antiguo edificio de Correos que, cada seis meses, cambia de proyecto. La revisión del PGOU parece olvidada de nuevo. El tema del Mercado Central apunta a que pasará, como pesada herencia, a la futura Corporación fruto de la lenta reacción municipal. Es increíble que no se haya avanzado ni un metro en terminar la Circunvalación Sur, para sacar tráfico de la ciudad o que la carretera de Santa Pola mejore tan lentamente. La regeneración del Vinalopó no pasa de ser un anuncio. En el tema ferroviario se ha terminado lo menos necesario (AVE) y ni se sabe cuándo se resolverá el tema de las Cercanías y el acceso al aeropuerto. Del segundo CEAM no hay noticias y del segundo centro de salud de Altabix sólo promesas de futura licitación. El Palmeral necesita la nueva Ley pero también otro comportamiento del Ayuntamiento respecto a él: se le cuida poco. Hay que seguir con las políticas de pacificación del tráfico y peatonalizar y devolver al ciudadano espacios en la ciudad, como se ha hecho con la Corredora, y pensar que Elx también existe fuera de la zona centro. Exigir, a todos los niveles, que se invierta aquí en proporción a los que nos corresponde es irrenunciable. El ejemplo de la Diputación, con el Palacio de Congresos, muestra un menosprecio a Elx inadmisible. Etcétera, etcétera.

El equipo de gobierno tiene demasiadas cuestiones pendientes y el tiempo se acorta. Debe ponerse las pilas, agilizar y resolver bien los temas si quiere poder repetir en el Ayuntamiento. Y es posible hacer y mejorar las cosas trabajando más.