El Hospital General Universitario de Elda ha iniciado un programa intensivo en pacientes de Salud Mental para evitar la cronificación de la enfermedad psicótica. La actuación contempla una intervención multidisciplinar desde el mismo momento en el que se detecta el primer brote, manteniéndose además el control médico sobre el paciente durante tres años.

La psicosis aparece entre la adolescencia y el inicio de la vida adulta y trunca el desarrollo normal de la persona ya que afecta a su educación, a su incorporación al mundo laboral y en general, a su trayectoria vital. Son enfermos que se van aislando socialmente y se cronifican. En el Alto y Medio Vinalopó se diagnostican 40 casos anuales y el 80% sufre recaídas en los primeros años por la falta de adherencia al tratamiento médico.

Pues bien, para evitarlo, el servicio de Salud Mental del Departamento de Salud de Elda que coordina la doctora Eulalia Carrato ha comenzado a aplicar una intervención precoz en los psicóticos en la que participan psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales, enfermeras y terapeuta ocupacional.

Según explica Carrato, "entre los primeros tres y cinco años es cuando se instaura el deterioro del paciente. De ahí la importancia de actuar de forma constante durante los tres primeros años para conseguir que la recuperación del paciente sea lo más funcional posible y que tenga el menor déficit. De este modo -explica la psiquiatra- se evita la cronicidad y también se pueden prevenir suicidios, consumo de tóxicos, disfunciones familiares y las temidas recaídas".

Fases de la intervención

El protocolo médico instaurado contempla que cuando un profesional de Salud Mental detecta un caso de psicosis lo deriva inmediatamente al programa para iniciar la intervención. En la primera fase el psiquiatra realiza un tratamiento psicofarmacológico, realizando una evaluación conjunta del enfermo. Y cuando el usuario está estable y el episodio agudo controlado, se inicia la intervención psicoeducativa e intervienen el resto de profesionales. Enfermería se encarga de impartir Educación para la Salud, inculcando hábitos de vida saludable, el trabajador social examina el ámbito familiar y social de la persona, y el terapeuta ocupacional, se encarga del ámbito ocupacional, tanto de estudios como de trabajo, y de las actividades de ocio, pero siempre con un trabajo conjunto y coordinado. Por último, cuando el paciente está estable, tras dos o cuatro meses, se le propone entrar en el recién implantado programa.

La doctora Eulalia Carrato destaca que "en ese momento el usuario y su familia aún están preocupados por la enfermedad y es el momento oportuno para proponerle la intervención, que supone un seguimiento durante tres años".

El otro "punto fuerte" es la intervención en la familia, porque es el soporte del paciente y hay que escucharla, apoyarla y enseñarla para que sepa cómo manejar y normalizar la enfermedad.