Olvidados en campaña

Olvidados en campaña

Olvidados en campaña / CarlosGómezGil

Carlos Gómez Gil

Carlos Gómez Gil

Las campañas electorales son el territorio por excelencia de las promesas y las ofertas. Como si de una subasta se tratara, los candidatos multiplican propuestas de todo pelaje, tratando de rivalizar con sus oponentes en la generosidad de sus anuncios que dirigen, como disparos, a todos los sectores y colectivos sociales.

Jóvenes y mayores, agricultores y autónomos, familias numerosas y monoparentales, vecinos del centro y del extrarradio, conductores y amantes de las bicicletas, comerciantes y hosteleros, deportistas y festeros, no hay colectivo o grupo que no cuente con su guiño particular, aunque en ocasiones se haga sin un diagnóstico previo, sin examinar la disponibilidad de recursos, la viabilidad de la intervención o, incluso, con una deliberada ausencia de voluntad política real para llevarlo a cabo, como con demasiada frecuencia algunos políticos sin escrúpulos demuestran.

Resulta llamativo escuchar a alcaldes y concejales, con mando en plaza, ofertar intervenciones olvidadas durante años de mandato, proponer actuaciones que han bloqueado deliberadamente, firmar compromisos por la solidaridad cuando han demostrado ser unos insolidarios enfermizos, o mostrar su preocupación sobre problemas que han creado ellos mismos. Incluso, los hay que en campaña electoral pronuncian una y otra vez la sagrada palabra, «participación», mientras durante sus años de gobierno hacen todo lo posible por acabar con cualquier rastro de participación social y ciudadana, y si no que se lo digan al alcalde de Alicante, Luis Barcala.

Sin embargo, no deja de sorprenderme que una y otra vez, en diferentes campañas electorales, haya colectivos y grupos que son completamente ignorados por las fuerzas políticas y los candidatos, sobre los que hay un silencio muy llamativo. Así sucede con los Niños, Niñas y Adolescentes (NNA), ausentes por completo de propuestas, reflexiones y compromisos específicos hacia ellos por nuestros responsables y candidatos políticos durante las campañas electorales.

Es cierto que los chavales no votan ni son potenciales electores, pero en la medida en que forman parte central de muchas familias, estando sus derechos y bienestar en juego y siendo, como futuros adultos, quienes tendrán la responsabilidad sobre el avance de nuestra sociedad, deberían contar con una mayor atención para evitar situaciones de pobreza y exclusión infantil, impulsando sus derechos y asegurando un mejor desarrollo emocional y educativo, al tiempo que se mejoran sus condiciones de vida, particularmente en sus centros educativos, barrios, municipios o ciudades, siendo todo ello competencias de las administraciones locales y autonómicas que se elegirán próximamente.

Es importante comprender que los niños y niñas son nuestro principal capital social, hasta el punto de que todos los países que han priorizado e invertido en su infancia, impulsando programas ambiciosos específicos, han logrado modelos sociales, económicos y ciudadanos mucho más avanzados, equilibrados y exitosos, anticipándose también a la solución de problemas futuros.

Comencemos señalando algo evidente, como es el hecho de que nuestras ciudades y municipios son cada vez más hostiles hacia los pequeños, a los que se está desplazando de su uso y disfrute. Con el tiempo, vemos menos espacios para que niños, niñas y adolescentes puedan desenvolverse, jugar, interaccionar con otros chavales en espacios seguros, saludables y confortables, donde sus progenitores estén también tranquilos de riesgos y peligros. Se ha hablado mucho de repensar las ciudades para las mujeres, pero muy poco de incorporar en los procesos de planificación urbana a los chavales, a los que nos contentamos con limitar en las llamadas «zonas de juegos infantiles», en las que con un columpio y un tobogán solucionamos todo, en lugares frecuentemente sin sombra y en demasiadas ocasiones poco acondicionados, auténticos cocederos en verano.

En nuestras ciudades hay cada vez menos lugares para los niños, niñas y adolescentes, pensados para su ocio y disfrute, donde puedan encontrarse con otros chavales en situaciones de tranquilidad para sus madres y padres. Pasan los años y hay menos espacios de ocio, ludotecas, bibliotecas infantiles, zonas verdes pensadas para los chavales y sus acompañantes. De la misma forma que, a pesar del esfuerzo que en esta Comunitat ha hecho mediante el Plan Edificant, para la construcción y renovación de infraestructuras educativas públicas que ayuntamientos como el de Alicante han boicoteado, son muchos los centros educativos y sus inmediaciones que siguen necesitando mejoras y modernización, incluyendo árboles y zonas verdes, espacios de sombra y también una mayor atención sobre los alrededores. No es así casual que estén surgiendo iniciativas para introducir avances en los colegios de la mano de grupos como «Revuelta escolar» o «Madres por el clima», siendo todo ello competencia de ayuntamientos y comunidades autónomas.

Pero también tenemos que priorizar políticas y dispositivos que eviten que se cronifiquen situaciones de pobreza infantil y desventaja social entre nosotros. Aunque se están desplegando importantes programas de reducción sobre la pobreza infantil en España por primera vez en la historia, las tasas de pobreza sobre los menores de 18 años siguen siendo intolerables, generando problemas asociados como el abandono educativo temprano o la violencia sobre los menores.

Conocer y diagnosticar la pobreza infantil en nuestras ciudades facilita avanzar en una mejor identificación de las necesidades y medidas para combatirla, permitiendo acertar mejor con las políticas desplegadas. Para ello es fundamental impulsar estrategias territoriales sobre la infancia, que trabajen en estrecha colaboración con las diferentes administraciones e instituciones. Tengamos en cuenta que las inversiones destinadas a los menores no solo mejoran de manera inmediata sus posibilidades de desarrollo a lo largo de su vida, sino que también generan impactos positivos para el conjunto de la sociedad, como diferentes estudios están demostrando.

Por ello es tan importante incorporar programas específicos de trabajo sobre los menores, en el ámbito local y de las comunidades autónomas, que prioricen los derechos de una infancia que no puede votar pero con la que se debe contar, con intervenciones específicas de reducción de la pobreza infantil que se sumen a las que se están llevando a cabo actualmente desde el Gobierno central, de protección de niños y niñas contra violencias múltiples crecientemente peligrosas, que cuiden su salud mental frente a amenazas y situaciones cada vez más dañinas, que impulsen una educación pública inclusiva y de calidad, que faciliten su vida en entornos saludables, limpios y climáticamente agradables, que garanticen sus derechos digitales frente a riesgos crecientemente peligrosos.

Son muchas las razones y motivos para incorporar de manera vigorosa a niños, niñas y adolescentes en las propuestas electorales impulsadas desde ciudades, municipios y comunidades autónomas. Cuanto más tardemos en hacerlo y más tiempo sigan olvidados, más oportunidades futuras estaremos perdiendo.