Vivimos tiempos convulsos: un encadenamiento de crisis económicas, una pandemia, guerra, inestabilidad política, cambio climático… E intentamos llevar nuestras vidas como si todas estas situaciones no nos afectaran, pero realmente sí lo hacen. En el periodo de diez años que transcurren entre 2003 y 2013 se publicaron alrededor de 18.000 artículos científicos que contenían el término «impacto emocional» respecto a los más de 46.000 que aparecieron en el mismo transcurso de tiempo entre los años 2013 y 2023. Una diferencia claramente significativa.

A todo esto, se ha unido un tipo de sociedad muy determinada, aquella a la que el filósofo y sociólogo francés Gilles Lipovetsky caracterizaría en su libro «La era del vacío» como la sociedad del hiperindividualismo, en la que encontramos en el primer plano de nuestras vidas aspectos como la soledad, el vacío existencial y la incomunicación. Esta situación es llamativa ya que entra en clara contradicción con la idea de la interactividad que generan las nuevas tecnologías y la aparición de las redes sociales en nuestra realidad cotidiana.

Hace relativamente poco tiempo unos padres comentaban sorprendidos que no entendían muy bien el motivo por el que su hijo no estaba desarrollando con normalidad la comunicación si pasaba muchas horas en un sitio web muy conocido viendo vídeos donde continuamente se habla con esos alicientes que siempre destacamos como adecuados para el desarrollo, caracterizados por ser de gran atractivo visual, lúdico e interactivo.

Pero no, ningún ser humano jamás podrá adquirir y desarrollar el lenguaje carente de la compañía de otras personas absorto ante la pantalla de una tablet.

Carlos Domingo Benito. Vocal del Colegio de Logopedas de la Comunidad Valenciana

Necesitamos de la compañía, tiempo y complicidad de otras personas. Necesitamos de la mirada, del contacto físico y de la empatía de los que nos rodean. Es por ello que todas estas cuestiones se están viendo gravemente afectadas en nuestra actualidad más reciente y están generando un incremento de la presencia de alteraciones en la comunicación: desde la audición a la deglución, desde la voz hasta el lenguaje.

La logopedia, como disciplina fundamental para la salud y desarrollo del ser humano, está preparada para afrontar todos los retos que plantea esta nueva forma de vida, tipo de sociedad y contexto histórico en el que vivimos. Nos caracterizamos como seres comunicativos y, alterada esta función, como también ocurre con la función deglutora propias del estudio de la logopedia, sentimos mermadas cuestiones constitutivas de nuestra especie, por lo que se ven afectados aspectos como la autoestima, confianza... y deja desprovista de ilusión la proyección que hacemos de nuestro futuro.

Los logopedas de la Comunidad Valenciana constituimos un colectivo esencial y aspiramos en los próximos años a ampliar nuestra presencia en distintos ámbitos como son el sanitario, educativo y sociosanitario, que nos permitan responder de forma cercana y directa a las necesidades que manifiesta nuestra sociedad.