Lacra en el país asiático

Un asesinato sitúa bajo los focos el drama de los 67 millones de "niños dejados atrás" en China

Los agresores habían sometido a un pertinaz bullying al chaval durante semanas y en la víspera del asesinato cavaron la fosa donde arrojaron su cadáver

Niños a la salida de un centro comercial de Pekín.

Niños a la salida de un centro comercial de Pekín. / EFE

Adrián Foncillas

Un asesinato reciente plantea cuestiones incómodas sobre el andamiaje social chino. No abundan aquí y este permite debatir sobre la responsabilidad penal de los menores, lacras globales como el bullying o desajustes domésticos como la factura familiar del progreso. Más de mil millones de visitas y 120.000 discusiones había generado el caso días después en Weibo, una red social análoga a Twitter.

La prensa local, atendiendo a la edad de los involucrados, nos ha ahorrado nombres y detalles truculentos. La última imagen de la víctima, grabada por una cámara pública, lo muestra sentado sobre una moto y rodeado de sus agresores. Su teléfono transfirió minutos después 191 yuanes (24 euros) a uno de ellos e inmediatamente fue desconectado. El cuerpo apareció un día después en un invernadero de Handan, ciudad de la septentrional provincia de Hebei. Su padre ha hablado de heridas contundentes en la cabeza y la espalda. Los agresores habían sometido a un pertinaz bullying al chaval durante semanas y en la víspera del asesinato cavaron la fosa donde arrojaron su cadáver. Fue un plan, no un arrebato.

Edad penal a los 12 años

Muchos desde las redes exigen que sean juzgados como adultos y escarmientos ejemplares. Una enmienda de 2021 de la Ley Criminal bajó la responsabilidad penal de 14 a 12 años en asesinatos y otros delitos agravados. La decisión corresponde a la Fiscalía Popular Suprema y nunca la ha tomado por la prudencia de los tribunales chinos con los crímenes juveniles. La alarma social podría empujar a su estreno y esa posibilidad divide a los leguleyos que estos días intentan mitigar el clima de exaltación punitiva.

Abunda también la sorpresa por los meses de impune matonismo. Es paradójico con un Gobierno paternalista hasta extremos delirantes, que legisla las horas diarias que pueden dedicar los niños a los juegos online o prohíbe las películas de terror para proteger sus mentes en formación.

Un 53% de los niños había sufrido bullying escolar, según un estudio reciente del Centro de Investigación de la Niñez y la Juventud, y sólo un 20% lo denunció a profesores o padres. "Los colegios deben establecer sistemas para prevenir el bullying y el acoso sexual, adoptar la tolerancia cero con los agresores y ayudar a las víctimas. Si son casos graves, tienen que denunciarlos a las fuerzas de seguridad”, recomendaba el abogado Meng Bo en el diario 'Global Times' esta semana.

Migración a las ciudades

El drama necesitó del acostumbrado pasotismo a las llamadas de auxilio. La víctima le confesó a un amigo que quería morirse y su tía juzgó que los pensamientos suicidas expresados en las redes sociales nacían en la presión por los estudios. Sus padres, como los de los agresores, estaban a miles de kilómetros.

Son los "niños dejados atrás" o 'liushou ertong', un grupo social nacido en el mayor proceso migratorio de la historia. Son los cientos de millones de chinos de las provincias rurales del interior que buscan empleo en las boyantes ciudades de la costa oriental.

El milagro económico ha descansado en el trasvase de esa mano de obra barata que fractura las familias. Los padres carecen en la ciudad de destino de 'hukou', el registro administrativo que ata a los chinos a su lugar de nacimiento, así que no disponen ahí de servicios sociales como la educación ni la sanidad gratuita.

Segunda división

Esas bridas a la migración desordenada han impedido en China escenarios urbanos de pobreza tan dolorosa como los slums indios o las favelas brasileñas. El precio son cientos de millones de chinos empujados a una segunda división en su propio país. Su aplicación se ha relajado en los últimos años y los tiempos más duros han quedado atrás, pero queda mucho margen de mejora.

China cuenta con unos 67 millones de "niños dejados atrás", casi una quinta parte del total, según el censo de 2020. Suelen estar al cuidado de sus abuelos, capitales en la estructura social china, y muchos sólo ven a sus padres durante las vacaciones de Año Nuevo. Esa lejanía y desatención facilita cuadros de depresión, ansiedad o baja autoestima y les convierten en víctimas propicias. Un estudio de una oenegé pequinesa sentaba en 2019 que el 90% sufre abusos psicológicos; el 65%, violencia física; y el 30%, abusos sexuales.

Dramas cíclicos

Las tragedias de sus niños más frágiles impactan cíclicamente al país. Estos días se recuerda que cinco niños murieron en un contenedor de basura por el fuego prendido para combatir el frío nocturno y cuatro hermanos se suicidaron con pesticida.

Se ha esforzado China en mitigar el problema desde 2016 con sucesivas legislaciones: registros de "niños dejados atrás", supervisión de las tutelas, órdenes a colegios y hospitales de extremar la atención, sanciones a las instituciones que no denuncian abusos, la asignación de los niños más vulnerables a funcionarios… Han rebajado el drama las leyes y el progreso del país, también en sus provincias rurales, pero asesinatos como el reciente recuerdan que el desarrollo descansa también sobre millones de hombros infantiles.