Frek y Laisa estaban en el bosque. El primero se disponía a coger leña, la segunda iba a recolectar un nuevo fruto, parecido a las moras, con el que su guía elaboraba deliciosos pasteles. Habían acudido juntos a realizar sus tareas. A pesar de que pertenecían a diferentes grupos de convivencia, sus casas estaban muy cerca y prácticamente se conocían desde siempre. Aquella mañana era más fría de lo normal y la joven muchacha ocultaba su larga melena rojiza bajo un gorro de lana que ella misma había tejido. Frek, sin embargo, no había cubierto su pelo azul, que parecía más oscuro de lo habitual en el tenebroso bosque, aunque sí resguardaba sus manos de las bajas temperaturas con unos guantes de pelo de conejo.

-Debemos regresar pronto -dijo ella-. Parece que la temperatura bajará todavía más -aseguró mirando al cielo en busca de algún tímido rayo de sol.

-Pues precisamente por eso necesitamos más leña -añadió Frek mientras descuartizaba un tronco.

-¿No te da pena que ya seamos mayores? -preguntó Laisa.

-No, en realidad nada ha cambiado, seguimos siendo como ayer. El hombre sabio solo quiso premiarnos, no creo que sea demasiado importante.

Por un momento, Frek dejó sus obligaciones y tomó asiento sobre un grueso tronco que todavía permanecía entero. Laisa se sentó a su lado.

-¿Jugamos? -preguntó el muchacho sacando de su bolsillo un artilugio que él mismo había inventado y al que llamaba lanzadera.

-¿Sabes lo que dice mi guía? -intervino Laisa- Que tú no has inventado nada, que esa cosa ya existía antes y que se llamaba tirachinas.

-¿Ah, sí, lista? Pues si existía antes ¿cómo iba yo a saberlo? Esta lanzadera es un invento mío, muchachita -dijo Frek alegremente levantándose del tronco y buscando algunas piedras negras por el suelo.

Cerca de ellos pasó un animalillo asustado que se detuvo unos instantes mirándolos con sus pequeños ojos redondos. Era un ardejo, nombre que habían inventado para identificar a esa nueva especie animal mezcla de ardilla y conejo y que se reproducía de manera asombrosa.

-Este bosque está lleno de ardejos -sentenció Laisa.

-Sí, al final el mundo será de ellos.

Permanecieron unos minutos observando cómo los animales subían a los árboles y recorrían sus ramas con gran habilidad, saltando de una a otra con mucha gracia.

-¿Sabes una cosa? -volvió a preguntar Laisa dando vueltas a un mechón de su pelo que se había escapado del gorro-. Mi guía dice que antes las personas se casaban -añadió con cierto rubor en las mejillas.

-¿Se casaban? ¿Qué significa?

-Pues que se querían y decidían vivir juntas.

-Eso también pasa ahora.

-Pero no del mismo modo. Antes, las parejas se enamoraban, y cuando decidían casarse, ella se vestía con un traje blanco y él con otro de un color oscuro. Entonces se casaban.

-¿Con un traje blanco? Qué absurdo. Si algún día te casas conmigo no se te ocurra ponerte un traje blanco, dañarías mi vista -rió Frek con descaro.

-Eres muy tonto, jamás me casaré contigo -añadió Laisa enfurecida.

-¿Y qué es enamorarse? -preguntó de nuevo Frek.

-Quererse, quererse mucho, desear vivir siempre con la persona a la que amas.

-Todos los habitantes de este poblado nos queremos.

-Ya, pero es quererse de otro modo. ¿Sabes? Te voy a confesar una cosa, creo que mi guía, Mónica, está enamorada del hombre sabio.

-¿Ella te lo ha dicho?

-No con esas palabras, pero siempre habla de él y cuando lo hace le brillan los ojos.

-Ahora te están brillando a ti los ojos -dijo Frek.

-¡Tonto! -exclamó Laisa.

Frek salió corriendo entre los árboles y Laisa fue tras él. Los dos muchachos reían sin parar y un grupo de ardejos los perseguían como si participaran de la misma fiesta. Minutos más tarde se detuvieron casi sin aliento, Frek aún reía, y Laisa se llevaba la mano al pecho realmente cansada.

-Enamorarse -repitió entonces el muchacho de pelo azul apoyado en un árbol-. Es bonita la palabra.

-Tus padres, los que nunca has conocido, seguramente se enamoraron, y por eso naciste tú.

-¿Somos entonces frutos del amor?

-Creo que sí.

-Vaya, no había pensado en eso. Sin embargo, ahora, aunque las parejas se enamoren, nunca darán frutos.

-Nosotros somos pequeños para entender esas cosas.

-Eh, eh, te recuerdo que ya somos mayores, ¿o te has olvidado? -sentenció Frek.

-A mí me gustaría que Mónica se casara con el hombre sabio.

-¿Y qué pasaría contigo y con tus aliados?

-Supongo que nada, viviríamos todos juntos.

Un extraño sonido se dejó oír de momento en la tranquilidad del bosque. Los dos muchachos se miraron sorprendidos y guardaron silencio. El sonido, parecido a un grito desgarrado, se repitió un par de veces, y a continuación un animal extraño que no habían visto nunca pasó casi por encima de sus cabezas. Surcaba el aire. Volaba. Estaba cubierto de plumas como las gallinas y tenía enormes alas y un pico curvado que parecía muy fuerte.

-¿Qué es eso? -preguntó Laisa presa de la angustia-. ¿Qué es? -preguntó de nuevo.

Frek se había quedado sin color y no era capaz de contestar a su amiga. Instintivamente los dos muchachos se escondieron detrás de unos arbustos y observaron de nuevo el vuelo de aquel animal.

-Tiene que ser un pájaro -dijo Frek con una voz apenas audible.

-¿Un pájaro? ¡El hombre sabio dijo que no quedaba ninguno!

-Pues me da la impresión de que al menos uno sí queda.

Un nuevo grito desgarrado de aquella ave hizo a Laisa estremecerse.

-¡No me gustan los pájaros! ¡No me gustan los pájaros! -repitió angustiada.

-Cálmate, por favor. Y no grites -dijo Frek en voz baja-, creo que hay alguien detrás de aquellos árboles, y juraría que el pájaro es suyo. Tenemos que decírselo al hombre sabio.

Extraído del libro «Árboles de ceniza»

Ganadora del IV Premio de Novela Juvenil CEPA

Autora: Maribel Romero Soler

Colección Cepa

Editorial Tandaia

Actividades:

1.- ¿Qué hacían Frek y Laisa en el bosque?2.- ¿Qué es un ardejo? ¿Por qué recibe ese nombre? Describe cómo te imaginas a esta nueva especie animal.3.- Inventa un cuento de misterio que se desarrolle en un bosque y envíalo por correo electróncio, acompañado de un dibujo, a grupoleoalicante@gmail.com. Indica tu nombre, curso y colegio.