Las obras llevadas a cabo por Costas en la cala del Moraig del Poble Nou de Benitatxell para reparar el estropicio del temporal Gloria y devolver a este tramo litoral su prístina belleza (se ha eliminado asfalto y los coches ya no pueden entrar en la empinada rampa que baja hasta la playa y la Cova dels Arcs) son, sin duda, una maravilla. Pero los técnicos han olvidado que cuando aquí llueve con intensidad el acantilado se convierte en una catarata y el agua corre como un demonio.
Las precipitaciones torrenciales de la pasada semana han revelado que tan importante como hacer un camino para que los bañistas llegaran a pie a la cala era trazar también un camino para el agua. Las lluvias torrenciales han provocado desprendimientos. Las piedras han caído en la rotonda creada para facilitar la maniobra de los vehículos de emergencia. Mientras, en la tierra que cubre ahora el asfalto del tramo final de la carretera que baja al Moraig, el agua ha abierto profundas cárcavas. También ha socavado el camino de hormigón.
Los destrozos no son catastróficos. Ahora, de hecho, la cala está mejor preparada para soportar los temporales marítimos. Pero el daño causado por las lluvias sí obliga a repensar la actuación y abrir algún tipo de canal para que los torrentes que desencadenan las precipitaciones puedan acabar en el mar sin erosionar el «renaturalizado» (término utilizado por Costas) acceso al Moraig.
Los bañistas que ayer acudían a la playa (todavía hay quien disfruta del sol y de darse un chapuzón) advertían que los arrastres de tierra y piedras pueden acabar en la Cova dels Arcs, un lugar de gran valor natural y geológico que con estas obras de restauración se ha liberado de escaleras y pegotes de hormigón colocados durante años.
