La ballena azul, el animal más grande que ha habitado la Tierra, no deja de sorprender a los científicos. Los dos últimos hallazgos están relacionados entre sí. Por un lado, se ha comprobado que estos gigantescos mamíferos ‘bailan’ al son del viento para encontrar comida; por otro, que cooperan entre sí, y que cuando una ballena azul encuentra grandes cantidades de alimento emite sonidos de llamada para compartir el festín con sus congéneres.

Las investigaciones protagonizadas por el Instituto de Investigación del Acuario de la Bahía de Monterey (MBARI) –la última publicada ahora en ‘Ecology Letters’– han venido a arrojar luz sobre los movimientos de las ballenas azules (Balaenoptera musculus) y sus estrategias para encontrar alimento. Confían en que sus hallazgos sirvan para buscar formas de proteger mejor a esta y otras especies.

El equipo investigador utilizó un hidrófono direccional (micrófono subacuático) en el observatorio submarino de MBARI, integrado con otras tecnologías avanzadas, para escuchar las vocalizaciones de las ballenas azules. Usaron estos sonidos para rastrear durante dos años los movimientos de los cetáceos y comprobaron que estos gigantes oceánicos responden a los cambios en el viento, ‘bailan’ a su ritmo.

Las ballenas azules, en peligro de extinción, reconocen cuando el viento está cambiando su hábitat e identifican los lugares donde el afloramiento de agua fría hacia la superficie provoca la presencia masiva de su alimento esencial: el krill. "Para un animal que pesa hasta 165 toneladas, encontrar estas densas agregaciones es una cuestión de supervivencia", señalan los autores.

En la costa central de California, durante la primavera y el verano se registra el denominado ‘afloramiento costero’. De marzo a julio, los vientos estacionales empujan la capa superior de agua mar adentro, lo que permite que el agua fría que se encuentra debajo suba a la superficie.

Rastreando el océano

El agua más fría y rica en nutrientes posibilita la proliferación de fitoplancton, impulsando la red alimentaria en la Bahía de Monterey, desde pequeños krill hasta ballenas.

"Cuando los vientos crean un evento de surgencia, las ballenas azules buscan las columnas de agua más fría, donde el krill es más abundante. Cuando cesa el afloramiento, las ballenas se desplazan mar adentro hacia un hábitat que está atravesado por rutas de navegación", señalan los investigadores.

Ballena azul. Danny Kessler

Esta última investigación se basó en otras anteriores del MBARI, dirigidas por Kelly Benoit-Bird, científica sénior del Acuario, que revelaron que cuando el afloramiento costero es más fuerte, las anchoas y el krill forman densos enjambres, formados por cientos de millones de ejemplares.

"Ahora, hemos aprendido que las ballenas azules rastrean en busca de estos lugares con abundantes recursos alimenticios disponibles", señala John Ryan, oceanógrafo biológico de MBARI y autor principal de este último estudio. 

Si bien los científicos ya sabían desde hace tiempo que las ballenas azules ocupan estacionalmente la Bahía de Monterey durante la temporada de afloramiento de pequeños crustáceos, esta investigación ha revelado que siguen de cerca ese proceso en una escala muy fina tanto de espacio (kilómetros) como de tiempo (días a semanas).

"La integración de tecnologías para medir los sonidos de estas ballenas permitió este importante descubrimiento sobre cómo los grupos de depredadores encuentran comida en un océano dinámico. Estamos entusiasmados con los futuros descubrimientos que podemos hacer al escuchar a las ballenas azules y otros animales del océano", resalta William Oestreich, becario postdoctoral en MBARI.

Riesgo de colisiones con barcos

Los científicos aún tienen muchas preguntas sin respuesta sobre la biología y ecología de las ballenas azules. Son animales escurridizos que pueden cubrir grandes distancias bajo el agua muy rápidamente, lo que los hace difíciles de rastrear. El seguimiento acústico parece una excelente manera de solventar ese obstáculo.

Esta nueva metodología tiene implicaciones no solo para comprender cómo interactúan las ballenas –y otras especies– con su entorno y entre sí, sino también para avanzar en su gestión y conservación. Esto es un cambio de juego y lleva tanto la biología de los cetáceos como la oceanografía biológica al siguiente nivel”, comenta Jeremy Goldbogen, profesor asociado de la Universidad de Stanford y coautor del estudio.

Aleta caudal de una ballena azul. EFE / Esteban Biba

A pesar de las protecciones aprobadas por varios gobiernos, las ballenas azules siguen en peligro de extinción, principalmente por el riesgo de colisiones con barcos. Este estudio mostró que las ballenas azules en el Santuario Marino Nacional de la Bahía de Monterey ocupan regularmente un hábitat atravesado por rutas de navegación.

"El seguimiento acústico de ballenas puede proporcionar información en tiempo real para que los administradores de recursos mitiguen el riesgo, por ejemplo, mediante la reducción de la velocidad de las embarcaciones o el cambio de ruta durante períodos críticos", apuntan los investigadores.

"Este tipo de herramientas integradas podrían permitirnos monitorear espacial y temporalmente, e incluso predecir, puntos críticos biológicos efímeros. Esto promete ser un avance decisivo en la gestión adaptativa de riesgos para especies protegidas y en peligro de extinción", opina Brandon Southall, presidente y científico principal de Southall Environmental Associates Inc. y coautor del estudio.

Porque el océano está lleno de ‘voces’, desde las complejas composiciones de canciones de las ballenas jorobadas hasta el parloteo de las manadas de delfines. Interpretarlas puede ayudar a muchas especies a escapar de la extinción

Estudio de referencia: https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/ele.14116

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