Ecosistemas

Demoler barreras para recuperar los ríos españoles

Miles de presas, embalses, diques, azudes y otros obstáculos impiden el normal funcionamiento de las vías fluviales

Hábitats y especies resultan perjudicados por estas alteraciones, que varias iniciativas tratan de eliminar

Eliminación de un obstáculo artificial en el río Ter (Barcelona)

Eliminación de un obstáculo artificial en el río Ter (Barcelona) / Agència Catalana de l'Aigua

Por su escasez, el agua dulce es uno de los bienes más preciados de la Tierra. Además de dar de beber a millones de personas en todo el mundo, es fuente de biodiversidad y riqueza económica. El problema es que los ríos son los grandes olvidados de las administraciones. Y, por ello, su salud se resiente. Las barreras artificiales que los obstruyen, las especies invasoras que proliferan y desplazan a las autóctonas y la sequía que deja al descubierto sus fondos son algunas de sus principales afecciones.

«Según datos de 2021, el 54% de las masas de agua de España están en buen estado. Esto significa que el resto (46%) no cumple los objetivos de la Directiva Marco del Agua (DMA). En las cuencas del Cantábrico la situación es mejor, pero en otras, como la del Segura, el porcentaje no llega ni a la mitad», explica Josefa Velasco, catedrática de Ecología de la Universidad de Murcia. Aclara también en qué parámetros se basan los análisis que determinan su condición: «La calidad físico-química del agua, las comunidades de organismos que viven en ella y si están modificadas sus condiciones hidromorfológicas».

César Rodríguez, secretario general de la asociación AEMS Ríos con Vida (una entidad con la categoría de Utilidad Pública dedicada a la conservación, protección y restauración de los ecosistemas fluviales de España), apunta las circunstancias que han precipitado su deterioro. «La presión sobre los recursos hídricos y los impactos sobre los ríos no han hecho sino aumentar. Primero por acumulación y luego porque, si bien el consumo ha disminuido en usos como el abastecimiento urbano, la demanda ha seguido aumentando. Especialmente en los usos agropecuarios, que actualmente acaparan el 80% del total», indica.

El río Porcia, en Asturias

El río Porcia, en Asturias / Miteco

Además de estos, Rodríguez enumera otra serie de males que están minando el estado de los ríos españoles. En el listado incluye el aumento descontrolado de la extracción de aguas subterráneas, la retención de sedimentos en los embalses, la pérdida de deltas, estuarios y playas, la contaminación silenciosa por difusos agropecuarios, la polución química asociada a vertidos urbanos e industriales o la que es consecuencia de los metales pesados que caen desde la atmósfera. Por no hablar del estrés hídrico. «A pesar de los avances en la modernización del sector, que han producido un ahorro importante, hoy también se están regando parcelas de cultivos que antes eran de secano, como pueden ser el olivar y la vid», lamenta César Rodríguez.

Sin duda, hay mucho trabajo por hacer, y la situación requiere acción inmediata. Las instituciones europeas financiaron con 6,2 millones de euros el Proyecto AMBER (por sus siglas en inglés, ‘Adaptative Management of Barriers in European Rivers’), que promueve «la gestión adaptativa de las presas y otras barreras artificiales para mejorar la continuidad y el estado ecológico de los ríos europeos, compatibilizando la reducción del impacto ambiental y los beneficios económicos de la explotación del agua», tal y como reza el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico en su página web. Y es que los principales cauces fluviales del continente están desconectados de los mares, lo que conlleva un impacto evidente en los ecosistemas vinculados.

Ejemplos de barreras en los ríos

Ejemplos de barreras en los ríos / Investigación y Ciencia

Según un estudio conjunto de las universidades de Swansea (Reino Unido) y Oviedo publicado en ‘Nature’, entran en la categoría de ‘obstáculos’ presas, diques, embalses, canales, norias, alcantarillas o plantas hidroeléctricas que frenan el transporte de sedimentos o impiden el movimiento natural de los organismos acuáticos. «La legislación obliga a retirar las infraestructuras cuando dejan de usarse durante tres años consecutivos. Es entonces cuando la concesión se extingue de oficio. Si no tienen mantenimiento, generan tapones y por ello podrían colapsar y ocasionar grandes daños aguas abajo», recalca Rodríguez.

170.000 barreras en España

«El número de barreras con efectos de fragmentación del hábitat fluvial en los ríos españoles puede superar las 170.000. Existe gran margen para la gestión adaptativa de las infraestructuras y aprovechamientos hidráulicos», afirma Rodríguez. La densidad es de 0,91 obstáculos por kilómetro, un panorama nada fácil de trazar.

El secretario general de AEMS recalca también la dificultad de realizar un control que solo es posible recorriendo su extensión desde el nacimiento hasta la desembocadura. Y Josefa Velasco dibuja los objetivos con cifras: «Dentro de la estrategia nacional está previsto en un horizonte de 2030 conseguir 3.000 kilómetros de ríos libres de escollos. A nivel europeo, el plan es lograr 25.000. Quizás es una meta demasiado pretenciosa».

Los científicos no son ajenos a la polémica que se crea entre la opinión pública al hablar de demoler presas, en un contexto de sequía. Asimismo, son conscientes de que están calando los mensajes propagados desde ciertos sectores y que afirman que el agua de los ríos que desemboca en el mar es sinónimo de desperdiciar un recurso vital.

Los ríos sin obstáculos artificiales son ecosistemas saludables

Los ríos sin obstáculos artificiales son ecosistemas saludables / Agencias

Pero también saben que esos bulos se combaten difundiendo información veraz. «Las infraestructuras obsoletas no tienen ninguna función», explica César Rodríguez, que recuerda que en la última década el volumen de embalse disponible en España ha aumentado. Y pone como ejemplo a Estados Unidos: «Ha eliminado muchísimas presas, porque ya no eran rentables. En algún caso se hizo porque el impacto que ocasionaban no compensaba los beneficios».

Especies invasoras

Otro gran quebradero de cabeza para los científicos es el crecimiento descontrolado de poblaciones exóticas (tanto de flora como de fauna) que están desplazando a las locales. «De las 61 especies autóctonas de peces continentales españoles, 10 están en peligro crítico, 11 peligro y 30 son vulnerables. Podemos decir que el 80% de nuestras especies de ictiofauna nativa están amenazadas». César Rodríguez, además, lamenta que el volumen de peces migratorios ha caído un 76%, de acuerdo a estimaciones de WWF.

Según un estudio del proyecto LIFE Invasaqua, en los ecosistemas acuáticos interiores de España y Portugal ya habitan 326 especies que no son propias de estas latitudes, contando animales, plantas, algas y hongos. Algunos de los que se han reproducido con mayor intensidad son el cangrejo rojo americano, el azul, el mejillón cebra, la almeja asiática, la carpa común o la gambusia. También el jacinto de agua, el gusano australiano o la azolla. El objetivo de esta iniciativa, financiada por el programa LIFE, es aumentar la información, formación y concienciación sobre la problemática que generan las especies exóticas invasoras en ecosistemas acuáticos ibéricos.

Mejillón cebra, especie invasora en los ríos españoles

Mejillón cebra, especie invasora en los ríos españoles / Agencias

En este punto, Josefa Velasco aprovecha para poner de manifiesto otro mal que acecha a los ríos españoles: los salinos se están dulcificando, y viceversa. «Esto implica cambios importantes en su funcionamiento y en las comunidades de organismos que albergan», indica, y culpa a actividades humanas como la agricultura, la ganadería, la industria o la minería.

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ENTREVISTA. Carlos García de Leaniz, biólogo

«El 10% o el 15% de las barreras ya no tienen uso»

Este catedrático de Biología Acuática en la Universidad de Swansea (Reino Unido) defiende la necesidad de suprimir las barreras que ‘taponan’ los ríos.

Carlos García de Leaniz

Carlos García de Leaniz / Agencias

-Muchas de las barreras que obstruyen los ríos están obsoletas.

-Nada es eterno y muchas de las grandes presas son una bomba de relojería, porque se construyeron en la década de los 50 y están llegando al final de su vida útil. Se van colmando de sedimentos, el volumen se reduce y el hormigón pierde las propiedades para las que fue diseñado. Una de las confusiones más habituales es pensar que cuando se habla de fragmentación fluvial todo se reduce a presas, pero hay más cosas: pequeños azudes, vados, intubados, canales…

-¿Cuál es la situación en España?

-Las mejores aproximaciones hablan de que el país tiene 188.000 kilómetros fluviales y en ellos hay 171.000 barreras. La densidad es de 0,91 obstáculos por kilómetro, lo que nos sitúa en el octavo puesto a nivel europeo. De ellos, solo conocemos la ubicación de unos 30.000, en parte porque antes solo se mapeaban los grandes con la idea equivocada de que los pequeños no hacen daño.

-Si no se conoce el problema, es muy difícil atajarlo.

-Cada vez se desarrollan sistemas más fiables y precisos para saber dónde están esos obstáculos. Calculamos que entre el 10 y el 15% son inservibles, no se usan o no cumplen ningún fin para la sociedad. Esos serían los primeros que habría que eliminar. Evidentemente, es absurdo derribar aquellos que dan de beber a las ciudades o generan energía.

-¿Se pueden recuperar las especies afectadas por esta fragmentación?

-Claro que sí. Por ejemplo, el salmón en el Bidasoa ha podido recolonizar hábitats en los que no aparecía desde hace varios siglos. Hay malas noticias, pero también buenas. Sabemos que el derribo de obstáculos puede ser muy beneficioso si va a acompañado de otras medidas. De nada sirve tirarlos si seguimos fragmentando los ríos con carreteras, pistas forestales, vías de tren… En vez de construir puentes, que son muy caros, se ponen tubos.

"Es sorprendente que valoremos tan poco un bien tan valioso, raro y preciado"

Carlos García de Leaniz

-En los últimos años se ha extendido el mito de que el agua de los ríos que llega al mar es agua desperdiciada.

-Si no hubiera aporte de agua dulce, no habría estuarios, playas, deltas… En el mundo, 2.000 millones de personas dependen de los ríos para beber. 500 millones viven en deltas o estuarios. Y hay unos 66 millones de personas que tienen la pesca fluvial como fuente de subsistencia. El agua dulce ocupa el 0,8% de la superficie de la Tierra y el 0,5 por ciento son los ríos. Es sorprendente que valoremos tan poco un bien tan valioso, raro y preciado. Se calcula que en 2030 la demanda va a exceder a la disponible en un 40%.

-En un contexto de sequía.

-Hay que dimensionar los riesgos de otra manera y plantear cómo utilizar el agua de manera más eficaz. Se pierde una cantidad ingente por tuberías de conducción que son muy antiguas y no funcionan como deberían.