La serpiente de fuego que repta por El Hierro hizo sentir su aliento algo más cerca ayer. Las autoridades decidieron elevar a rojo el semáforo de riesgo volcánico acotado a la localidad de La Restinga ante la posibilidad de la apertura de una segunda boca eruptiva más próxima a la costa y a menor profundidad que la detectada el lunes, lo cual podría tener como consecuencia fenómenos explosivos por la interacción entre la lava y el agua salada. Los efectos del nuevo nivel de alerta fueron inmediatos según lo establecido en el Plan Estratégico de Protección Civil y Atención de Emergencias por Riesgo Volcánico. Entre las dos y las seis de la tarde se procedió al completo desalojo del pueblo. Algo más de seiscientas personas, incluidos medio centenar de turistas, dejaron atrás una localidad condenada no se sabe hasta cuándo a ser un lugar fantasma y amenazado.

La raíz de la decisión se encuentra en las señales que desde primera hora de la mañana comenzaron a llegar de los nueve sismógrafos distribuidos por la isla y en concreto del dispositivo situado en La Restinga, que acabó saturado. El décimo sensor podría haber sido el rostro preocupado que se adivinaba en los científicos del Instituto Geográfico Nacional. El tremor, la señal asociada al ascenso de la lava, había aumentado de manera considerable y la vibración, parecida al ruido de une nevera, se hacía perceptible en La Restinga, hecho que motivó el cambio de color del semáforo.

El magma busca salida

Lo sucedido sigue guardando relación con las dificultades del magma para aflorar libremente. El lunes a las cuatro de la madrugada logró encontrar un conducto de subida hasta un lugar del fondo oceánico herreño localizado a unos cinco kilómetros de distancia de La Restinga y a una profundidad estimada de entre 900 y 1.200 metros. Sin embargo, la gigantesca presión que ejerce la masa de agua impide que mane con la suficiente fluidez, así que la presión no queda aliviada. Esto empujaría al magma a seguir moviéndose por el canal de doce kilómetros de largo por el que ha cruzado El Hierro de noroeste a sureste desde El Golfo al mar de Las Calmas en busca de un aliviadero. El Instituto Geográfico Nacional se encontró ayer con indicios de que estaría retrocediendo y en ese camino la primera escala en tierra firme tiene un nombre: La Restinga. En su deambular hacia el litoral se encontraría con aguas cada vez menos profundas, lo cual elevaría el riesgo de explosividad y con ello de posibles peligros para la población.

Lo cierto es que los movimientos de la lengua de fuego que mantiene en vilo a El Hierro, a las autoridades y a la comunidad científica dieron ayer un salto cualitativo y se convirtieron de manera plena en asunto de Estado, como lo demuestra la reunión que tuvo lugar ayer tarde en Moncloa con la participación del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, varios ministros, el jefe del Estado Mayor de la Defensa, José Julio Rodríguez, y expertos en vulcanología. Mientras, el IGN mantiene los ojos y los oídos plenamente atentos a la evolución del tremor y de la sismicidad, que aunque se ha reducido considerablemente sigue presente y no se pueden descartar nuevas sacudidas como la del sábado de 4,3 grados en la escala de Richter, que dio lugar a la apertura de la fisura submarina. El mayor de los seis registrados hasta las cuatro de la tarde de ayer alcanzó los 2,7 grados.

Dispositivo

Más allá de lo que decide el magma y de lo que se decide en los despachos está lo que viven los herreños y concretamente ayer los habitantes de La Restinga. La operación se hizo de manera escalonada y contó con un centro de control y distribución localizado en el campo de fútbol de El Pinar. Según los datos facilitados por el Gobierno de Canarias, tan sólo 48 de los afectados, turistas en buena parte, tuvieron que pasar la noche en la residencia escolar de Valverde, pues el resto cuenta con otras residencias en El Pinar, Valverde o Frontera o han podido hacerse un hueco en casas de amigos y familiares. El presidente del Cabildo de El Hierro, Alpidio Armas, señaló ayer que por el momento no es necesaria la participación activa de la Unidad Militar de Emergencias (UME) desplazada a la Isla del Meridiano con capacidad para levantar un campamento para 2.000 personas.