Investidura

El PP aprovecha la “claridad” de Puigdemont para evitar la foto con Junts y apaciguar el ruido interno

Génova insistía en su plan de reunirse con Junts "dentro del Congreso", pero en el partido había muchas dudas del desgaste que esa foto tendría - Feijóo aprovecha "la excusa" de Puigdemont para recular

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, comparece en el Congreso tras verse con Santiago Abascal.

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, comparece en el Congreso tras verse con Santiago Abascal. / José Luis Roca

Paloma Esteban

El PP llevaba días esforzándose en justificar la puerta abierta a Junts per Catalunya en la ronda de contactos para la investidura mientras crecía el ruido dentro del partido. Insistían en que la única línea roja era EH Bildu porque el partido de Arnaldo Otegi representa una cosa muy distinta al resto de partidos con representación en el Congreso. También explicaban que sentarse con los independentistas servía para encarecer el precio del apoyo a Pedro Sánchez. Y que les permitiría evidenciar lo que Alberto Núñez Feijóo nunca aceptaría, ni siquiera para ser presidente del Gobierno. Pero la realidad es que dentro del PP existían muchas dudas.

Génova se preocupó de mantener contactos con todos los territorios, incluido el PP de Madrid, para explicar su posición. Y las únicas voces que alertaron de ese movimiento fueron el líder del PP en Cataluña, Alejandro Fernández; y hace solo un día, también Cayetana Álvarez de Toledo. Ayer, tras conocer que el PP dará marcha atrás a esa reunión aprovechando las condiciones que puso encima de la mesa Carles Puigdemont, los dos se felicitaron en sus redes sociales: “Las exigencias del prófugo Puigdemont eran, son y serán inaceptables”, decía la diputada por Madrid. “Exacto”, apuntalaba el catalán.

A pesar de que el PP había conseguido neutralizar la crítica pública (incluso Santiago Abascal evitó atacar por ese flanco) muchos dirigentes reconocían “dificultades” para mantener en su discurso que Junts es “un interlocutor más” por mucho que fuera “dentro del Congreso” y con su portavoz parlamentaria. “Junts es el partido de Puigdemont. Y reunirnos con ellos es absolutamente incoherente”, confesaban en privado.

Según dicen en Génova, el objetivo que pretendían con la reunión — “poder decir que no” a los planteamientos a los que el PSOE sí se abrirá “delante de toda España”— ya quedó cumplido con la comparecencia de Puigdemont. En el entorno de Feijóo aseguran que “hacía falta escuchar lo que realmente proponían, y que ya lo hizo Puigdemont en lugar de su portavoz”. Y las condiciones expresadas, sobre todo activar una ley de amnistía antes de que tenga lugar la investidura, les permite ya “ahorrarse la reunión”, como dijo el propio Feijóo. En realidad, el PP sabía de antemano que Junts iba a poner por delante la amnistía para todos los vinculados al procés.

En la dirección nacional insisten en que sus pasos han ido en orden, pero otros dirigentes consultados por este diario reconocen que “la claridad” con la que ya habló el expresident de Cataluña les dio “la excusa perfecta” para evitar una fotografía conjunta. Esos mismos dirigentes insisten en que “la foto hubiera terminado con una rueda de prensa diciendo que no a todos esos planteamientos”. Pero, al tiempo, admiten que “lo mejor que ha podido pasar es no tener que hacerla”.

Feijóo quería encontrar “un momento de relevancia” para poner negro sobre blanco sus límites. Y lo encontró ayer, en el Congreso, justo después de verse con Santiago Abascal. “El planteamiento de Junts es inaceptable e imposible. Es un precio que ni quiero ni puedo pagar. Me gustaría escucharle lo mismo a Pedro Sánchez”, repitió en distintas ocasiones. A pesar de que la alianza entre las dos formaciones quedó consolidada (en un reparto de papeles evidente y con los 33 votos de Vox asegurados, también tras el pacto en la Región de Murcia), la primera imagen pública de ambos quedó eclipsada por el asunto de Junts.

El malestar interno y los bandazos

La realidad es que el partido ha vivido semanas confusas por la estrategia de Feijóo, en gran parte por las distintas declaraciones de algunos miembros de la dirección nacional.

Como publicó este diario, en Génova han diseñado una hoja de ruta que no piensa tanto en la investidura como en el medio y largo plazo para que el PP vuelva a gobernar. El líder conservador insiste que su discurso (en el debate de investidura y después) seguirá basándose en la igualdad de los españoles sin claudicar a “chantajes” de los nacionalistas, convencido de que el PSOE “perderá esa bandera” si Sánchez culmina sus pactos.

Pero, el PP también asume que necesita resquebrajar el bloque de apoyos del socialista, en el que ahora mismo conviven todas las fuerzas nacionalistas e independentistas, de izquierdas y derechas, con la excepción de Coalición Canaria. La prioridad sigue siendo el PNV.

Y en ese intento de salir del aislamiento, algunos dirigentes trataron de evidenciar que el PP puede comunicarse con fuerzas políticas que no son Vox. El 23 de agosto Esteban González Pons justificaba la posibilidad de reunirse con Junts con la siguiente afirmación: “Es un grupo parlamentario que, al igual que ERC, más allá de las acciones que cuatro personas, cinco, diez, llevaran a cabo, representa a un partido cuya tradición y legalidad no está en duda”. El desconcierto fue total en muchos territorios, que ven con buenos ojos “abrirse” en el Congreso pero sin “exagerar” en las posiciones.

Días más tarde Pedro Rollán, hoy presidente del Senado, insistía: “El PP va a hablar con todas y cada una de las formaciones políticas siempre que estén dentro del marco de la Constitución". En realidad, este mismo lunes Borja Sémper reconocía tras el comité de dirección que aunque “Puigdemont haría público el precio” de la investidura de Sánchez el martes, su partido seguía sin renunciar a sentarse “si era dentro del Congreso”. Otro giro brusco de guion.