Todo el mundo anda pendiente a estas horas del Comité Federal del pesoe, en el que se asegura que Zapatero algo dirá. A saber: los suyos, que nadie es capaz de calcular de cuántos estamos hablando, en espera de pistas que descifrar; algunos barones, superados ya por lo que les espera en cuanto mayo traiga el recuento, y González Pons, que a saber lo que estará preparando. Mientras llegan los primeros indicios, el que se mueve por aquí en un polo opuesto es Ripoll, que no para el hombre de mandar señales. Le faltan horas. Entre lo que tiene que hacerse perdonar y lo que precisa mostrar para recordar que no ha dejado de ser un referente a pesar del ruido, le va a dar algo. No hace falta ni siquiera remontarse a la semana pasada. En esta se ha juntado en el auditorio con Tricicle porque a estas alturas le viene bien echar mano de cualquier tipo de lenguaje. Pero es que a las pocas horas se plantó en la Zarzuela, donde se retrató con la reina, que, aunque no pertenezca a la dirección nacional ni regional, su cosa tiene para quien lo que persigue es seguir saliendo en la foto. Por salir ha salido hasta en la ficha policial puesto que un informe alerta de que se le ha detectado un agujero de consideración en el bolsillo. No sé si pensará que todo suma, pero el caso es que más páginas sí que ha ocupado. Y luego no se pueden olvidar las castañas pilongas o, lo que es lo mismo, haber tenido que acudir y que hablar, y encima agradecido, en la proclamación de Mercedes Alonso con la previsión de que mañana deba y pueda hacerlo igualmente en la de Castedo. Qué trajín. Aun así ha sacado tiempo para constituir el consejo asesor que ha de impulsar la oferta sanitaria agrupada que pretende convertirse en un referente internacional. Aparte de velar por la provincia, debe estar mirando también por lo suyo. Con tanta exposición, a ver en qué estado sale de ésta. Tendrá los niveles por las nubes. Sobre todo, claro, por la quina.