No es un juego de adivinanzas. Si usted sabe mirar, es evidente una cabeza dentro de la boca del caballo, nunca descrita, en la imagen que ilustra este artículo: se trata de un fragmento de El Guernica, de Picasso, girado con esa intención.

No es un cuado narrativo. Ninguna referencia hay a la Guerra Civil española: es una obra maestra simbólica, que denuncia todas las guerras, encargo del Gobierno de la II República en 1937. Por el cuadro recibió Picasso 150.000 francos, con los que se le pagaron sólo los colores, las telas, los bastidores, los marcos, el transporte; cantidades mínimas: "El trabajo en sí fue un regalo, se hizo como donativo del artista, porque todos se habían ofrecido a colaborar con la República, según palabras del arquitecto Joseph Lluís Sert que diseñó el pabellón español de la Exposición Internacional" (Manuel Vicent, El PAIS: 1981).

Dividido entre tres mujeres, en aquella época, el artista vivía una complicada situación personal junto a su amante más reciente Dora Maar, la madre de su hija Maya, Maríe Thérèse, y Olga su antigua amante. No creo, sin embargo, que quisiera ser devorado por el caballo que ocupa el centro de la composición con el cuerpo hacia la derecha y la cabeza vuelta hacia la izquierda, adelanta una de las patas delanteras para mantener el equilibrio y está atravesado por una lanza que le origina una gran herida. Tiene la cabeza levantada y la boca abierta, de donde sobresale una puntiaguda lengua.

El toro, una madre con su hijo, la paloma, el guerrero muerto, una mujer arrodillada y otra con un quinqué, y la bombilla encima del caballo, son los símbolos que aparecen en el cuadro: seis personajes humanos y tres animales. Descrito como si de un tríptico se tratara, el panel central está ocupado por el caballo agonizante y la mujer portadora de la lámpara; en un lateral, una casa está en llamas con una mujer gritando, y la izquierda lo ocupan el toro y la mujer con su hijo muerto.

He escrito sobre El toro y el caballo, en la obra de Picasso (Perito Artístico: 2008), y nada explica mejor la dualidad del ser humano que la mitología, aunque la genética otorgue las cuotas porcentuales de herencia y por extensión, la sociedad, se construya entre lo evidente y lo oculto, lo real y lo falso, y la verdad y la mentira, que por opuestos confunden: víctimas de las dos mitades de Platón en, El banquete.

Picasso, coherente y comprensible si nos acercamos a su obra, es él mismo y caballo y toro, en sus temas sobre la corrida y desde el Minotauro al Guernica, presenta su drama privado cuando muestra al caballo corneado.

El caballo que aparece en El Guernica, en postura de crucifixión, con el cuello extendido y la cabeza vuelta al cielo, es él tantas veces representado en lucha con el toro y auténtico topo artístico, cuya culminación se sitúa entre 1936 y 1937 en los ciclos alegóricos de El Guernica, La mujer que llora y El Minotauro ciego.

El autor, poco dado a explicar el significado de su trabajo, movido por su desconfianza a las interpretaciones simplistas que querían ver en uno al agresor y en el otro el agredido (en el toro a los franquistas, y en el caballo a los republicanos), llegó a declarar que, "el toro es el toro y el caballo es el caballo".

Pero es evidente la cabeza dentro de la boca del caballo, peinada como Picasso, que nos está diciendo algo.