Un elevado concepto de sí misma debe tener la alcaldesa de Alicante cuando capaz es de acusar a la Fiscalía Anticorrupción y al Cuerpo Nacional de Policía, que están investigando el mayor caso de presunta corrupción que se ha destapado en la provincia, de querer acabar con su trayectoria política (sic). En vez de agradecer (ya no digo exigir, que es lo que debiera) que se esclarezcan unos hechos directamente vinculados con la administración de lo público, y que se depuren responsabilidades para disipar cualquier duda sobre conductas supuestamente irregulares (máxime cuando una de ellas es la suya propia), la regidora arremete contra dos instituciones del peso de las citadas de las que llega a decir que se habrían puesto de acuerdo para truncar su carrera. Demasiado esfuerzo para tan exiguo fin, ¿no creen? Se queja Castedo de lo "tocada" que ha quedado su imagen política por las pesquisas sobre este caso sin percatarse de que son este tipo de manifestaciones, un clásico ya en su repertorio, las que no debería permitirse por respeto al cargo que ocupa. Y si bien por inconsciencia, o bien por incontinencia, no es capaz de reparar en este detalle tal vez tendría que ir pensando en dejar la Alcaldía para poder decir lo que le plazca sin perjudicar a la institución que representa y sin que sus conciudadanos sintamos un día sí y otro también vergüenza ajena.