No es serio culpar a los empresarios valencianos del retraso de la llegada del AVE como tampoco lo es criticar a la Plataforma Pro Ave por no haber sido más reivindicativa con esta importante infraestructura para nuestra provincia. Desde la patronal alicantina -que reconoce ciertas torpezas, como no asistir a varias reuniones con sus homólogos de Valencia- se quiere ahora partir de cero. Es algo así como intentar dejar de ser los palmeros del presidente autonómico de turno para ocupar el espacio que nunca debieron perder en la Comunidad Valenciana. El retraso del AVE, que debía de haber llegado a Alicante en 2007, es la punta del iceberg de una larga lista de desaciertos cometidos por unos empresarios acomodados y nada beligerantes con el poder. Quizá sea demasiado tarde para alzar la voz, tarde porque no hay dónde pescar ante la quiebra económica del Consell. También coincide este aparente cambio de discurso con la pérdida de subvenciones y los ERE que agobian a las instituciones de los patronos alicantinos. Ante la necesidad virtud, como dice el refranero. Sin embargo, es verdad, que seguimos con agravios comparativos y con el más absoluto desprecio tanto de quien gobierna en el Palau de la Generalitat como del que lo hace desde la Moncloa. No hay nada más que ver la miseria contemplada para la provincia en los Presupuestos Generales del Estado de este año. Pero la culpa es nuestra, de nuestros políticos, de nuestros complacientes empresarios y de unos ciudadanos acostumbrados a ser condescendientes con todo, incluidos los casos de corrupción galopante en los que se han visto involucrados los partidos que han gobernado y gobiernan (en otros países alguno ya habría visitado la cárcel). No busquemos enemigos en el exterior, el enemigo somos nosotros mismos, nuestra falta de compromiso, de liderazgo y defensa de una provincia olvidada. Si la crisis, si la degeneración política y financiera que ha sufrido Alicante y la Comunidad sirve de algo, bienvenido sea. Pero no, me temo que cuando aparezcan los ansiados brotes verdes; cuando el dinero empiece a moverse; cuando los números rojos desaparezcan de los balances de las empresas, entonces volveremos a caer en el clientelismo, la conformidad, la tibieza y la inacción que nos han metido en este pozo sin fondo. Entonces volveremos a levantarnos eufóricos para aplaudir el discurso del presidente de turno. Ojalá me equivoque.