Cuando parecía difícil superar la mezcla de incompetencia e improvisación mostrada por las autoridades europeas durante la crisis griega y tras ocho meses de calma (gracias a las palabras del presidente del BCE, Mario Draghi, a finales de julio: "haré todo lo necesario para salvar el euro y, créanme, será suficiente"), ha aparecido el cisne chipriota (si parafraseamos al profesor Nassim Nicholas Taleb). Aún no sabemos si será negro: es decir, si la insolvencia de la banca con sede en Nicosia se convierte en una bomba con gran repercusión en la eurozona.

Más allá de cómo acabe el asunto (en el momento de escribir, Chipre ideaba un plan B para recaudar 5.800 millones de euros, ante la amenaza del BCE de cortar la liquidez a las entidades locales a partir del día 26) y por mucho que digan nuestras autoridades de que se trata de un caso único, hay dos evidencias preocupantes. Por un lado, la seguridad jurídica en la eurozona es dudosa (al buscarse soluciones de un tipo u otro, según el país que tenga el problema). Por otro, se ha roto un tabú que parecía inviolable: el de la garantía de los depósitos de los particulares en los bancos (después de que las autoridades chipriotas intentaran, de forma fallida, cargar la factura de las entidades locales a sus ahorradores).

Todas las soluciones serán malas para el contribuyente chipriota (suspensión de pagos y salida del euro, con una costosa devaluación: las deudas seguirían en euros; echarse en brazos de Rusia, a cambio de darle el control sobre los ¿yacimientos de gas? en la zona; nacionalización de los fondos de pensiones, si no hay gravamen a los depósitos). Pero, de optarse por la primera (y si el coste no fuera "excesivo" para la zona euro), se habría enviado una señal a los rezagados del sur de Europa que amenacen de incumplir con la austeridad: la puerta de salida estaría un poco más abierta.

Cómo lo ven. La prensa europea narraba de manera diferente la crisis motivada por el rescate de Chipre. Si el diario local O Phileftheros argumentaba que no querían ser "los idiotas de Europa", al negarse a aprobar el plan de rescate de la troika que gravaba las cuentas de los depositantes, Frankfurter Rundschau acusaba a Chipre por sacudirse las responsabilidades de encima y descargar las culpas en los "bancos avariciosos, la Unión Europea o Angela Merkel". Es decir, que cada palo aguante su vela.

Financial Times resaltaba las presiones que recibe Francia (liderada por un François Hollande en mínimos de popularidad, a los 10 meses de llegar al cargo) para fortalecer su deteriorada competitividad. La última, procedente de un informe de la OCDE, donde se insta al gobierno galo a recortar más el gasto público (el endeudamiento estatal se acercará al 100% del PIB en 2014) y a introducir reformas que hagan más atractivos sus productos de cara al exterior.

Cómo nos ven. Reuters se hacía eco del desmentido del jefe del CNI, Félix Sanz Roldán, sobre las presuntas actividades lobísticas de Corinna zu Sayn Wittgenstein, amiga personal del Rey durante los últimos nueve años. Pese a ello, se destaca la aparición constante de Corinna en la (antaño) "respetuosa" prensa española, así como las presiones (más o menos indirectas) sobre el Rey para que abdique a favor de su hijo menor, Felipe de Borbón.

The New York Times se fijaba, en un reportaje, en el futuro del flamenco, para concluir que uno de los componentes más conocidos de la cultura española debe confiar en los extranjeros para potenciarlo. Muchos viajan a España para conocer el baile y, a su vez, contratar a profesores que lo desarrollen en otros paísesÉ mientras los nativos no dejan de abandonar las aulas. Simplemente, porque no pueden pagarse las clases, tal como apuntaba una profesora sevillana.

Qué se cuece. El Economista resaltaba que The Washington Post empezará a cobrar a los usuarios frecuentes de su web a partir del próximo verano. Aunque el equipo del diario aún no ha desvelado cuánto costará el nuevo muro de pago (del que quedarían excluidos el sector educativo, los empleados del gobierno y los cuerpos militares), está previsto el cobro de una cuota a todos aquellos que consulten, al menos, 20 artículos mensuales.

The Christian Science Monitor señalaba una encuesta, elaborada por Pew Research Center, según la cual hasta un tercio de adultos estadounidenses habían dejado de consumir prensa escrita y la programación de las televisiones locales como consecuencia del descenso de calidad en la cobertura de las informaciones (motivada, a su vez, por los recortes en dichos medios). Mensaje indirecto: el ahorro no puede traducirse en un empeoramiento del contenido generado.