Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La resaca del botellón

La zona Volvo y el Postiguet amanecían en la ciudad de Alicante el domingo plagadas de vasos y botellas junto a las bolsas maltrechas que las transportaron hasta allí. Si coincide con un día de viento, son las mismas que luego vemos flotar en nuestra playa favorita y nos sobresalta como si de una vil medusa se tratara. Días atrás tuvimos noticia de las 74 toneladas de basura recogidas de las calles de Elche durante sus fiestas o de las 18 con las que se despedía el festival Aúpa Lumbreiras en Villena. A principios de mes se celebró una macrofiesta en Campoamor (Orihuela costa) con alrededor de 10.000 participantes que dejaron el parking habilitado para el evento por las autoridades locales como un auténtico vertedero. Estamos tan acostumbrados que hasta ya nos parece «lógico» encontrar, un día tras otro, la resaca de inmundicia que deja un botellón que se precie. Pero la culpa de esa deplorable imagen ¿quién la tiene? Pues „como diría más de uno„ los servicios de limpieza que no se afanan lo suficiente para devolver a su estado original lo que antes era un parque, una escalinata o un banco para el descanso de los transeúntes. O sea, el mundo al revés. Visto así, el huevo fue antes que la gallina. Yo he hecho botellón y luego he buscado una papelera donde depositar el vaso vacío o lo que fuera. Me sentía un bicho raro. Casi nadie seguía mi ejemplo. Lo cómodo y guay era desprenderse de ello con un alegato: «Que trabajen los barrenderos». Cierto es que los organizadores o «consentidores» de estas concentraciones deberían preocuparse de facilitar al máximo las cosas. Suelen faltar muchas papeleras o contenedores para reciclar los desechos y los aseos son pocos, sucios o inexistentes. Celebramos botellones en nuestras barracas, cuartelillos, kábilas o racós, y siempre la fiesta termina igual por la falta de previsión y de civismo.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats