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Bartolomé Pérez Gálvez

Alicante: un circo sin pan

Ya tengo distracción asegurada por una temporada ¡a saber cuánto da de sí! No es la que uno quisiera pero, en fin, es lo único que el Ayuntamiento de Alicante me ofrece gratis. Cada mañana, antes de partir a la faena, me asomo a los periódicos y, reiteradamente, la cantidad de información sobre catástrofes, miserias o dramas supera con diferencia a las buenas noticias: es lo que toca, a la vista de cómo está el mundo, el global y el más cercano. Pero en el nuestro, en «la terreta», ahora los alicantinos podemos compaginar a diario la lectura habitual de la dura actualidad, con la de las impúdicas -y hasta morbosas- conversaciones de los Ortiz, Castedo y demás artistas secundarios de un culebrón vergonzoso. Muy entretenido, eso sí, que en estos lares lo de convertir la degradación en esperpento es un arte, aunque no por ello menos deleznable.

Cuando aún tenemos frescas en la memoria frases tan enternecedoras como «amiguito del alma» o «lo nuestro es muy bonito», con las que Francisco Camps regalaba los oídos a Alvarito Pérez, el Bigotes, salta a la palestra otro escándalo tanto o más bochornoso. Un culebrón por entregas, como decía, del que ya teníamos noticias, pero que ante las últimas revelaciones -y segunda imputación de la alcaldesa- ha vuelto a ser tema de portadas. Además, nos sorprende de continuo con la aparición de otros protagonistas de la trama de corrupción que se está investigando, al igual que con nuevas «perlas» en boca de los implicados.

En este infausto serial no se salva ni el apuntador. Incluso los colegas socialistas tienen su papel y aportan su granito de arena. ¡Si el asunto se ha llevado por delante a Ángel Franco y no lo habían conseguido en décadas los suyos! A este paso, a saber si habrá más bajas en la oposición, que aprovechan la mínima para ajustar cuentas internas. Está claro que, este otoño, la falta de aburrimiento a la espera de acontecimientos crecerá pareja a la indignación social, que los ciudadanos estamos cada día más hartos y más descreídos.

Me temo que lo que todavía nos queda por leer, o por oír, de este descomunal chanchullo no será agradable para los que queremos a Alicante. Menos aún con ese tono chabacano y grosero que caracteriza al dúo protagonista. Ya han mandado «a tomar por culo» a un ex-presidente de la Generalitat. Y han conseguido que toda España se entere de que alguien viajó en avión a Creta «con la chiquita, a meterle cuatro polvos». El dueño de la ciudad y la alcaldesa regente hablando de la vida privada de, supongo por lo publicado, su antecesor y una concejala actual. Tema sucio donde los haya. Visto lo visto, no es de extrañar que Nuria Roca, la presentadora valenciana, dedique la editorial de su blog a una alcaldesa que le produce vergüenza y que, a su juicio, daña gravemente el sistema democrático con sus actuaciones. Acierta de pleno.

A partir de las grabaciones que, a buen seguro, nos irán dosificando convenientemente los medios de comunicación en las próximas semanas, vamos a poder organizar nuestro particular función circense. Volvemos a la vieja fórmula del «pan y circo» para un pueblo que, como el romano, tampoco se preocupa demasiado por la política. Por azares de la vida, quienes se han dedicado a ofrecernos su propio circo durante años, para mantenernos entretenidos en fiestas y fandangos, acabarán siendo las estrellas del espectáculo. La gente quiere verles cara a cara frente a los leones. Si son inocentes o culpables, los jueces decidirán. Hasta entonces -y después también, no lo duden- serán denostados por una sociedad que está hasta las narices de todos ellos. Y si alguien aún se permite defender los valores que encarnan estos personajes, invitado está a acompañarles en la arena.

Por desgracia, tenemos festival para rato. A excepción de la utópica posibilidad de una conspiración por parte de la Policía Judicial, las grabaciones son reales y están ahí. Y, con ellas, las pruebas evidentes de unos comportamientos moralmente reprobables e impropios de representantes públicos, se llamen Castedo, García-Pertusa, Bernal o Franco, y militen en el partido político que sea. Ahora bien, a fuerza de tanto circo, es posible que nos olvidemos de reclamar el pan que debiera acompañarle.

Me refiero, obviamente, a las necesidades básicas de los ciudadanos y del propio municipio. Al margen del espectáculo, la vida debe seguir en un ayuntamiento que padece de una parálisis de gestión desde hace demasiado tiempo. Los alicantinos queremos que nos expliquen por qué diablos mantenemos un paro que no baja del 25% y que busquen soluciones. O cuáles son las salidas que se ofrecen a los jóvenes autónomos, a los recién licenciados sin empleo, a los parados de larga duración, o a quienes han empezado a conocer la lacra del desempleo con 50 años. Y no me vengan con la milonga de que eso es cuestión del gobierno autonómico y del nacional, que para algo servirá la concejalía de Fomento y Empleo. Y, de no ser así, amortícese.

Aún andamos esperando que el Ayuntamiento plantee medidas que reactiven el pequeño comercio alicantino -o lo que queda de él-, más allá de la anulación de las voces críticas, como se pretendía hacer con Pedro de Gea. Como iniciativa genial, ya saben, unas patéticas setas callejeras -hoy deterioradas y necesitadas de una nueva inversión- cuya utilidad y oportunidad de gastos aún no han sido justificadas. Si el interés demostrado en la llegada de IKEA se trasladara a este sector, otro gallo cantaría.

Y, hablando de pan, algo habrá que hacer con ese 30% de menores en riesgo de pobreza. Volver a racanear con los comedores escolares sería indigno. Como lo ha sido jugar con los miles de viviendas sociales perdidas con la especulación de Rabasa. No menos que las condiciones que están soportando los escolares en este inicio de curso. Tiene narices que nuestros impuestos se destinen a pagar el aire acondicionado del concejal de turno y, en cambio, estudiantes y maestros soporten el sofocón de casi 35 grados en las aulas. Por cierto, que a esas temperaturas las calles hay que tenerlas un poquito más cuidadas. Y evitar que las ratas campen a sus anchas junto a los centros de salud. Con una concejalía de Atención Urbana y otra de Imagen Urbana, un servidor aspiraba a algo más. De «Alicante, guapa, guapa» hemos pasado a una ciudad bastante abandonada y sucia -en ocasiones, «marrana, marrana»-, con una imagen radicalmente opuesta a la que cabe esperar de un destino turístico de su categoría.

Por más que reconozca que el circo montado es impresionante, hubiera preferido otro y no este indignante comportamiento de gobierno municipal y oposición socialista. En cambio, se echa en falta el pan y, sobre todo, que la sombra de la corrupción desaparezca de un plumazo. Hace un par de días, el cineasta David Trueba comentaba que conocía a Alicante por sus arroces, sus playas y un ayuntamiento enfangado en la corrupción. Mala cosa.

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