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Semana y media

Andrés Castaño

Dioses, reyes y asesinos

LunesLocos bajitos

Mientras las cámaras repasaban las distintas cabalgatas que estaban celebrándose en toda España, el locutor se ha creído obligado a aclarar que los reyes magos podían presentarse simultáneamente en tantos lugares precisamente porque eran magos. El esfuerzo era innecesario, salvo que el periodista pensara que los ingenuos e histéricos niños prefieren los telediarios a las cabalgatas, y sólo lograba confirmar que las navidades también afectan al raciocinio de los adultos, desde el mendigo trastornado que en misa de nochebuena saludaba militarmente al sacerdote cuando tenía que santiguarse hasta los estrategas del calendario escolar, pasando por un tuitero para quien la tradición de los reyes magos representa la monarquía, el consumismo y el «cristofascismo». Es el mismo que ha justificado la muerte de un policía nacional tras ser empujado al paso de un tranvía, argumentando que era consecuencia de la represión policial hacia la emigración. Esto ya no sorprende, pero querría que algún niño me explicara qué es el «cristofascismo».

MartesEl vals de las velas

Una morbosa coincidencia muestra al rey Juan Carlos disfrutando del almuerzo en una terraza de Beverly Hills mientras la reina Sofía asiste al concierto de una orquesta paraguaya que ha fabricado sus instrumentos con desechos reciclables. Él recuerda inevitablemente al rey Faruk en su exilio romano; ella, a una reina madre en digna soledad que abomina de la dieta carnívora y los toros en la patria del marrano y los trajes de luces. Es lo que tienen algunos trámites dinásticos forzados por el instinto de supervivencia. El beneficiario de la sucesión hoy viste uniforme de capitán general con su cacharrería aneja de fajines, toisones y laureadas. Sus colegas de oriente le han regalado un reino envenenado según algunos, mal cuajado según otros y plurisecular según los herederos espirituales de Isabel y Fernando. El rey insiste en conservar una barba canosa que delata sus antepasados Windsor. El parecido con Jorge V es asombroso, pero no sé si esto tiene importancia. Desde luego no se parece a Faruk.

MiércolesEnemigo a las puertas

El ajetreo de las navidades oscureció una noticia publicada la semana pasada en un par de portadas. Anunciaba que los servicios secretos de Francia y Marruecos habían roto relaciones debido a un incidente judicial en el que estaba involucrado un alto cargo marroquí. Tras hacer notar que esto afectaba gravemente a España, la información mencionaba la inoportunidad de la ruptura ante el temor de un inminente atentado yihadista. Todo era demasiado críptico y vaporoso como para no sospechar que en realidad alguien estaba colocándose la venda antes de la herida y el ridículo pretexto había sido esta cuestión menor. En cualquier caso, París se ha convertido hoy en una réplica de Gaza, Sarajevo o Mosul: encapuchados armados con el sempiterno kalashnikov, cámaras temblorosas que registran la escena y heridos rematados entre consignas vociferadas por los asesinos. Por cierto, una precisión a un corresponsal notoriamente desbordado por el directo: los terroristas no han «ejecutado» a un policía herido. Lo han asesinado.

JuevesLa guerra indecisa

Dice Hollande que Francia está en guerra contra el terrorismo y no contra una religión. Eisenhower jamás habría dicho que Estados Unidos estaba en guerra contra el ejército alemán y no contra el nazismo. Por supuesto que Occidente, la sociedad judeocristiana y demoliberal que descubrió la fisión del átomo y la penicilina al mismo tiempo, está en guerra contra el islamismo radical. El terrorismo sólo es un método de lucha, el único posible para el bando abrumadoramente inferior cuantitativa y cualitativamente. Pero bienvenido sea un atisbo de claridad: Hollande admite que nos hallamos en estado de guerra. A continuación procedería que algunos analistas dejaran de preguntarse qué impulsa a un cantante de rap a convertirse en pistolero a mayor gloria de Alá y sobre todo a contestar esa pregunta con la majadería de que la metamorfosis se produjo a raiz de la guerra de Irak, como si este matarife hubiese necesitado a Sadam Hussein para cambiar los piercings por la cimitarra. Se ha malgastado demasiado tiempo agasajando a jeques de simpatías equívocas en nombre de la multiculturalidad y otras zarandajas de salón.

ViernesDies irae

El reto inherente a una guerra irregular en la que el enemigo se ha infiltrado a retaguardia (o, más ajustadamente, donde todo es zona de combate) es la dificultad para anticipar sus movimientos. Sin embargo, algunos belicosos optimistas aseguran que regresa la invencible carga del hombre blanco, los nuevos cruzados con drones, tras tres días en que el parte de guerra ha suministrado demasiados indicios de que Francia linda con Siria y Melilla es el Danzig del nuevo choque global. Pero hay algo de «déjà vu» en la consigna rescatada de que el derecho colectivo de defensa exige ser intolerante con la intolerancia. Se ha escuchado hasta el hartazgo durante los últimos años a rebufo de la penúltima matanza hasta desvanecerse en el olvido. Entonces han regresado las genuflexiones petrolíferas, las enviadas especiales con pudorosos pañuelos y el repugnante equilibrio entre lo detestable sin redención posible y el soportable mal menor.

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