Recuperar la política quiere decir recuperar la capacidad para decidir el futuro de la ciudadanía, y con ello, plantar cara a los poderes económicos que han puesto a su servicio a la ciudad y a sus habitantes. Nuestras ciudades han sido el escenario en el que ha tomado cuerpo con toda su crudeza una construcción económica que ha puesto a su servicio a los poderes políticos, incapaces de ejercer su función reguladora, de planificación y defensa del bien común. De hecho, los notables procesos de sobreurbanización, endeudamiento, privatización y especulación, junto a sus costes sociales y ambientales, son visibles a lo largo y ancho de todo el país, pero con especial crudeza en el territorio valenciano. Por ello es esencial dar importancia a la cosa pública, a una política como modelo ético de un bien común al servicio de las personas y de su bienestar, recuperando las ciudades como espacio del ejercicio de derechos: a la vivienda, al disfrute del espacio publico, a la convivencia, a la movilidad sostenible, a la identidad, al respeto del patrimonio urbano, a la participación activa, entre otros.

A pesar de que no todas las fuerzas políticas han designado a sus candidatos, hemos entrado en período preelectoral y los partidos están empezando a desgranar sus propuestas y su programa mediante acciones de distinto calado. La falta de una visión estratégica sobre la ciudad lleva a que, en algunos casos, se crea que basta con dar la razón a todo lo que los vecinos planteen para tener un programa electoral, algo más propio del oportunismo que de una pedagogía capaz de impulsar un proyecto político transformador. Así, se empiezan a escuchar algunas ideas que formulan promesas de escaso recorrido, como por ejemplo, una mejora justificada de la limpieza, sin mencionar cómo y por qué se ensucia y sin abordar la remunicipalización de los servicios de limpieza; como por ejemplo, la necesidad de más policías, cuando Alicante es una ciudad muy segura; como por ejemplo, la falta de iluminación, sin explicar qué se quiere iluminar, desconociendo el proceso de limitación lumínica que se está dando en muchas ciudades europeas. La política es mucho más que una simple suma de eslóganes o una secuencia de mensajes en Twitter carentes de sentido con los que se trata a los ciudadanos como idiotas. Se impone recuperar una política con vocación de transformación, capaz de dar un impulso de modernidad a Alicante, regenerando la crisis política y moral que atravesamos.

De esta forma, no sirven las miradas de corto alcance sobre una ciudad mucho más compleja que, como un organismo vivo, presenta enfermedades serias que a base de darles la espalda han acabado por cronificarse; tampoco valen las propuestas microscópicas y de escaso recorrido, incapaces de solucionar los grandes dilemas que Alicante tiene sobre su futuro y donde se decide el bienestar de sus habitantes. Solo vemos lo que miramos y solo miramos lo que tenemos en mente, de manera que la falta de ambición de las propuestas que formulen los partidos políticos demostrará su incapacidad para comprender lo que representa la ciudad de Alicante, su proyección estratégica, la complejidad de sus procesos socioeconómicos y los cambios que protagonizan sus habitantes.

Por el contrario, el futuro de Alicante y de sus gentes se decide en otros escenarios mucho más importantes, para lo cual, los partidos políticos deberían ser capaces de dar respuesta a preguntas de mucho mayor calado, a cuestiones como: ¿Qué modelo de ciudad se impulsará, una ciudad compacta o una ciudad extensa y de qué forma se concretará? ¿Cómo se van a reducir los acusados procesos de desigualdad y las bolsas de pobreza existentes en Alicante? ¿De qué forma se van a revitalizar los barrios céntricos y tradicionales, impulsando el comercio de proximidad? ¿Cómo se van a incorporar los cambios demográficos, económicos y sociales generados por la crisis en la ciudad para darles una adecuada respuesta y anticipar la resolución de conflictos? ¿Qué se va a hacer con el enorme parque de viviendas ruinosas, deficientes y desocupadas que hay en Alicante, que se ha visto incrementado en los últimos años con las casas procedentes de los numerosos desahucios en la ciudad impulsando acelerados procesos de abandono, convivencia y habitabilidad? ¿Qué modelo económico se va a impulsar en la ciudad y con qué medidas? ¿En qué van a trabajar y de qué van a comer sus habitantes? ¿Qué lugar se quiere que desempeñe Alicante entre las ciudades mediterráneas? O incluso, ¿qué papel va a jugar Alicante entre las ciudades mundiales, dentro del propio proceso de globalización?

Se me ocurren otras muchas preguntas, pero son en cuestiones como éstas donde nos jugamos el futuro de lo que será Alicante, nosotros y también nuestros hijos. El famoso filósofo francés Henrri Lefebvre defendía con vehemencia: «Cambiemos la ciudad, cambiemos la vida». Posiblemente debamos de ser más modestos y reconocer que nuestra vida depende directamente de la ciudad en la que vivimos. De ahí la importancia de apostar por su futuro.

@carlosgomezgil